sábado, 19 de septiembre de 2015

Mujeres, Hombres, sin viceversa que valga

Aquellos que se encuentren accidentalmente aquí pensando que voy a escribir sobre el programa de Telecirco, les aviso antes de decepcionarse que simplemente he usado un título con gancho.

Aunque no creo que tenga tanto gancho. Los títulos se me dan fatal.
Tengo pruebas que lo demuestran.

Lo que quería comentar aquí son mis reflexiones y opinión sobre el machismo, el feminismo y la estupidez en general. Vamos a hacer llorar a algunos cachorros tristes y puede que a alguien más (si no has entendido esta última referencia, tranquilo, es un tema algo complejo y muy especializado por el que pasaremos un poco por encima en el texto, pero busca "sad puppies" en internet si quieres más información después de leerme).
Cuanta más lágrimas, mejor.

Quién teme a la mujer feroz, a la mujer feroz, a la mujer feroz...

Pues al parecer hay muchos hombres que no ya sólo no aman a las mujeres sino que les tienen miedo. Si no, oigan, yo no me explico algunas actitudes.
Es decir, realmente, la única explicación que se me ocurre a los miles de años de exclusión de la mujer del terreno científico-técnico y la degradación constante de la mitad de la población humana sólo puede atender a una razón, el Miedo.

El Miedo de un niño pequeño a perder su juguete. El Miedo de sentirse inferior. El complejo injertado en las costumbres como memes (hete aquí una utilización propia del término) virales que hacen que generaciones enteras de personas se vieran empujadas a denigrar a sus contrapartidas femeninas y excluirlas de ciertos ambientes con un temor casi atávico.

Ese Miedo a que otro sea mejor, ese Miedo a que otro te supere. Ese Miedo a sentirse lo que en realidad eres, mierdecilla, una motita de polvo que no destaca en la arena e la playa.
Y si quieres destacar, tienes que echarle gónadas. El camino fácil, ah qué fácil, de denigrar al de al lado para sentirse mejor. Ese camino es el del cobarde y el inútil.

Si una persona te vence en un videojuego, descubre una partícula elemental que tú estabas buscando o gana más dinero con una obra del mismo género que escribes, pues será, iluminado, porque lo hace mejor que tú. Y si te jode, pues te rascas, que la frustración es un buen acicate para el genio... de quien lo tiene.
Si no tienes genio, aprende a vivir con tu frustración, machote, y métete la lengua por el culo, que sabe a fresa.

Que esa persona sea hombre o mujer, le guste follar hombres, mujeres o ambos, tenga la cantidad de melanina que tenga o rece al trozo de madera que le apetezca no tiene que ver que tú, que insultas te quejas y denigras, eres inferior por el mero hecho de, en vez de tener arrestos y esfuerzo por mejorarte a ti mismo, te lances a dengirar, quejarte e insultar.

Jugadoras profesionales de videojuegos (bueno, sí, parece que ahora jugar a los videojuegos puede ser una carrera profesional, cosas que pasan) que abandonan por insultos del público y los rivales.
Imbéciles que levantan quejas y campañas en los premios (otrora) prestigiosos de la ciencia ficción.
Niños haciendo bullying porque a una niña le gusten los superhéroes.

Todo esto debería haberse abandonado en la Edad del Bronce o, en su defecto, a finales del siglo pasado. El siglo de la quema de sujetadores y del sufragio para la mujer.

Pero no, ¿por qué? Porque todavía quedan resquicios de ese miedo ridículo y pusilánime "a que una mujer sea mejor".
Información gratuita, una mujer puede ser mejor, igual o peor. Es más, puede ser como sea. Añado, una persona puede ser mejor, igual o peor, sin importar su género.
Y si tú, pequeño cobardica de pantalones meados, la insultas y denigras por ser mujer (u homosexual, o bisexual, o transexual, o de otra raza, o de otra cultura, o de otra religión) YA es mejor que tú, porque te ha acojonado y te ha obligado a recurrir al insulto ante tu incapacidad y tu falta de talento y fuerza de voluntad.
Y te jodes.

El Pagafantismo y la Friendzone

Luego hablaremos de la cultura de la violación, y para entroncar con ese tema, vamos a pasar por una de sus manifestaciones con apariencia más inocente. Pero es sólo la apariencia.

Señores, por favor, tengan respeto por ustedes mismos y admitan que la Friendzone no existe.
No Existe.

No hay un lugar mágico construido por las perversas hechiceras para castigar a los hombres buenos mientras ellas se van con el macarrilla de la moto.
Eso sólo existe en su imaginación y ningún D20 va a sacarles de allí ni siquiera con tres éxitos consecutivos.

Señoras, por favor, tengan respeto por ustedes mismas y admitan que la Friendzone no existe.
No Existe.

Este término de cierta fama en las redes sociales y que, reconozco, alguna vez me ha hecho reír (y mucho) es muy peligroso. Y se está fomentando por parte de la población que la usa.
La población. No los hombres. No las mujeres.

Dato gratuito (estoy generoso, puede que dé muchos hoy). No hay hombres ni mujeres. Hay personas. Luego tendremos que hablar del bimorfismo sexual porque la gente es borrica (la gente así en general), pero vamos, que somos todos personas, humanos, y el bimorfismo sexual es un accidente biológico.

¿Por qué es tan peligroso hablar de la Friendzone, alarmista, más que alarmista?

Porque (vamos artificialmente a separar a los hombres y las mujeres en dos grupos con fines didácticos) por un lado ellos piensan que pueden "caer" en la Friendzone con lo cual (como leía hace poco en un artículo mejor que este pero que no recuerdo quién compartió y es una lástima porque me hubiera gustado pegar aquí el enlace porque merece la pena leerlo) denigran la amistad.
La amistad es algo que es la hostia, gente. Ser amigo de verdad de alguien, que esté ahí para las cosas malas y te conozca tan bien que te sepa sacar una sonrisa cuando estés jodido, es lo más grande que hay.
Y no me jodan los románticos con el "Amor". El amor, pequeños, es la forma más sublimada de amistad. Sólo el que es buen amigo de verdad podrá algún día sentir amor.
Pero si lo que buscas es sexo, joder, no te hagas el "romántico" porque es ladino y perverso. Y si no buscas sexo solamente, que se defiende el del fondo de la sala, también estás buscando sexo. Lo acabas de decir.
"No sólo sexo". Eso también es buscar sexo.
Lo que tiene la conservación de la especie, nos hace buscar sexo.

Y por otro lado ellas piensan (en los casos en los que se den cuenta de lo que ocurre, evidentemente, pero tratemos a la gente como si no fuera totalmente subnormal por un momento) que pueden "dejar" a gente en la Friendzone, con lo que simplemente están aprovechándose por motivos egoístas de una persona (que busca sexo).

Eso es el peligro.

Las relaciones humanas son difíciles y complicadas, y este tipo de circunstancias (ellos intentando conseguir los favores de ellas a través de muestras de afecto y comprensión) forman parte del ritual de apareamiento de la especie humana desde hace minolles y minolles de años.
Pero si intentamos avanzar para adelante y no retroceder, esto debe intentar abolirse, no favorecerse. Es normalizar una cosificación de la mujer que es aceptada por la población en general por los beneficios que supone (culpabilizar al objeto de nuestros deseos por no corresponder y aprovecharse de una circunstancia de poder por nuestros objetivos).

Antes de que algún imbécil salte, evidentemente existen casos en los que los implicados son víctimas, unos u otras, de la situación. Precisamente a eso quiero llegar, pudiendo haber víctimas, hay que evitar que exista la situación, y quienes la fomentan son tanto hombres como mujeres, porque como ya hemos dicho esa división que hemos hecho ha sido artificial y con fines didácticos.
La fomenta la población.

La cosificación

Todo esto ocurre porque tenemos una tendencia a cosificar que es ya un vicio. Luego hablaremos del bimorfismo sexual, pero como nota de avance, en el género humano el hombre tiene el papel biológico de la extensión y la mujer del control.
Ese origen biológico explica (pero no justifica) que la mujer haya sido cosificada con fines sexuales.
El hombre se cosifica en ese mismo proceso, pero es una cosificación secundaria que pasa desapercibida y que se critica menos.
El hombre se convierte en una billetera con patas. La mujer, en un anzuelo. Y alguien se está descojonando de todos nosotros mientra pesca billetes de colorines.

Como es muy fácil que las billeteras caigan en la trampa del sexo usando mujeres, la publicidad ha usado de forma salvaje el cuerpo de la mujer y su sexualización. Mírese usted MadMen como ejemplo.
Esto ha llevado a cosificar a la mujer hasta tal punto que la población (que pasa por el aro de todas estas prácticas con una facilidad insultante) haya construido una cultura en la que la mujer, básicamente, es el "premio".

Encended la televisión y poned CUALQUIER canal de videoclips. Ahora mismo. Con un 96.3 % de posibilidades, el cantante (no vamos a valorar su calidad ni su estilo musical) estará rodeado de símbolos de Poder. Coches potentes y caros, casas enormes (con piscina) y mujeres hermosas. Que estarán la mar de contentas bailando de forma insinuante alrededor de dicho artista.
La mujer transformada en otro más de los símbolos del éxito.

Si la cantante es una mujer, con un 98.5 % de posibilidades estará bailando de forma sensual con un vestuario mínimo. Porque ella es el premio.

Vea usted cualquier anuncio de perfumes.

Y no estoy culpando al hombre, estoy culpando a la población. El hombre o la mujer que lo idea, el hombre que pica, y la mujer que accede a ello y que se deja convencer para aparecer en ese papel.

Todos fomentando el muestrario de carne, el sexo como reclamo.

Porque todos tenemos ahí en lo más hondo de nuestro cerebro reptiliano esa tendencia a reproducirnos (ya que su ausencia nos hubiera vuelto poco eficaces para reproducirnos y, por lo tanto, no seguiríamos aquí) y al final lo que todo el mundo busca es el sexo.
Algunos buscan el poder, pero porque el poder y el sexo son lo mismo: el poder permite acceder más fácilmente al sexo. Algunos olvidan el fin y se quedan con el medio.
Pero seguro que follan.

Bajo esta perspectiva de cosificación y sexualización, todo el constructo social parece destinado a que la mujer sirva para un fin sexual, y por lo tanto es esta estructura mental la que favorece la tendencia a la violación.
Estructura protegida por una parte de la sociedad no por machismo sin más, pequeñines. No. Si hay tanta defensa de algunos sectores de la Sociedad de la Violación y de la Cultura de la Violación es porque una cultura o sociedad diferentes daría menos dinero.
Menos poder.
Menos sexo.

El Bimorfismo Sexual

Todo esto por una gilipollez, un accidente, un detalle biológico.
El ser humano es uno más de entre los animales que tienen una estructura bimórfica.
Vamos a entrar en biología hard, preparen los cerebros, que esto es importante.

La diversidad es buena.
(¡Lo que ha dicho!)
La selección natural existe (si no, véanse los premios Darwin). El medio es un hijolagranputa porque por una pequeña ley de la termodinámica todos tendemos a morir, desaparecer y descomponernos en nuestros componentes más sencillos.
Es la entropía y no hay nada que usted pueda hacer contra ello.
En nuestra lucha absurda y perdida de antemano contra la entropía, el Medio que nos rodea cambia de formas súbitas e inesperadas, el resto de seres que intentan huir de la entropía a veces descubren que la forma más eficaz es erradicando a otros seres (incluidos nosotros) y las fuerzas geológicas van a su puta bola sin importarles mucho lo que nos ocurra a los que dependemos de ellas.
La naturaleza no es buena.
Cuanto más diversidad tiene una especie, más probabilidades tiene de que a la hora de enfrentar un cataclismo, una mutación de un virus, un cambio en las condiciones climáticas o la llegada de una raza extraterrestre realmente inteligente que comience por diezmar al ser humano y luego preguntar, sobrevivan suficientes miembros como para repoblar el territorio porque estarán adaptados a esa nueva condición. Habrán sido seleccionados (bravo, bravo).
Por eso el racismo es idiota.

Así, en algún momento de la evolución resultó que la clonación del material genético fue menos efectiva que la mezcla aleatoria de material genético que, siendo muy parecido, no fuera exactamente igual, y por lo tanto el resultado del entrecruzamiento se pareciera a los dos progenitores siendo a su vez distinto a ambos.
Aumentó la diversidad.
Nació la reproducción sexual.

Para que este proceso fuera efectivo en criaturas con varios tejidos especializados, un poco más adelante se produjo una bifurcación en dos tipos de individuo, A y B, que permitía que esa mezcla genética no se hiciera a tontas y a locas sino sólo entre individuos A con individuos B.

Mucho después, muchísimo después, se descubrió que si los individuos A mantenían el futuro bicho en su INTERIOR en vez de dejarlos desarrollarses en la naturaleza, la supervivencia del futuro bicho era más probable. Nacieron los mamíferos y, con ellos, el individuo A se convirtió en el género femenino y el B en el masculino.

Esa simple gilipollez, ese detalle insignificante, ese accidente evolutivo no tiene nada, repito, nada, requetepito, nada que ver con las capacidades intelectuales o físicas de organismos femeninos o masculinos.
Eso vendría después, y es tan accidental, tan dependiente de unas circunstancias que nos son tan lejanas y tan en vías de desaparición, tan inútiles como los meñiques de los pies o el músculo plantar delgado, que el generalizar y construir una sociedad del siglo XXI sobre ellas es una idiotez del tamaño de una plaza de toros.

Hablo del mito de que el hombre es más fuerte y dotado para las matemáticas y la mujer menos fuerte y mejor dotada para el lenguaje.
Vamos a ver. En la cueva, cuando era más práctico que quien pariera se quedara cerca del fuego y lejos de los depredadores y quien no pariera (y por lo tanto era un pelín más prescindible) se fuera a cazar, es evidente que el que tenía más fuerza y coordinación mano-ojo sobrevivía mejor fuera y quien tenía mejores dotes de política y concordia no sufría extraños accidentes con terraplenes y cáscaras de fruta estratégicamente colocadas.
Pero, por si no os habéis dado cuenta, ya no estamos en la cueva. Hace mucho que no estamos en la cueva.
Y la labilidad cerebral humana lo hace particularmente adaptable a tareas para las que no necesariamente está bien dotado de primeras. Simplemente el feedback va a darle ansiaviva por mejorar en una tarea u otra, y es ese esfuerzo el que le va a hacer mejorar.
Si un ser humano empieza a entender las matemáticas y a gustarles, va a seguir aprendiendo, va a seguir mejorando y por lo tanto a aprender y a mejorar.
Si otro empieza a hacer deporte, y mejora, y le gusta, pues allá que se lanza y el feedback lo convertirá en un gran deportista.

Hablemos de la testosterona.
Porque alguien va a decirlo.
Sí, el efecto de la testosterona sobre el músculo hace que el hombre en general tenga más facilidad en ganar fuerza que la mujer.
Pues muy bien. Por mucha testosterona que yo tenga, mi afición al sofá, el ordenador, las series de televisión, los videojuegos y en general a dejar que mi cuerpo se vea mecido por la inercia van a hacer que una mujer que se machaque en el gimnasio sea SIEMPRE más fuerte que yo.

El Progreso

 No usamos el cerebro. No es que no usemos más del 10%, es que no llegamos al 1%.
Podemos ser mejores.
Pero no lo somos. Todos podemos ser grandes científicos y deportistas, pero no lo somos. Y no porque no tengamos la capacidad. Sino porque no nos sale de las gónadas, porque es más fácil sentarse en el sofá y que nos lo den todo hecho.
Y no es que sea algo malo, pero luego no nos vayamos quejando como gilipollas.

La sociedad puede mejorar, podemos supeditar nuestro progreso intelectual a las pulsiones biológicas y no al revés, como hacemos.
Y no lo logramos porque no nos esforzamos lo suficiente como sociedad. Y no lo hacemos porque es más cómodo no hacerlo.
Yo el primero, oigan, que aquí no se libra ni el Tato.

Así que quien quiera ver todo el epígrafe anterior como una justificación de la situación actual, que es su biología quien le impulsa a follar y por lo tanto comprar coches grandes porque están siempre anunciados al lado de señoritas hermosas, está revelándose como un vago de mierda que prefiere aceptar una situación claramente injusta y dejarse llevar.

Seguramente sea quien insulte, denigre y se queje. Porque será ese mierda que quiere que todo le llegue sin esfuerzo, que tiene miedo y que sufre un complejo de inferioridad.
Niño mimado de pantalones meados.

El Feminazismo

Por otro lado, como es natural, miles de años de represión gilipollezca han dado lugar a movimientos reaccionarios que van desde lo lógico hasta el rebote elástico hacia el punto contrario.
Es donde entra el feminazismo.

El problema del feminazismo es que da argumentos al machismo de la sociedad sexualizada cosificadora para no escuchar al feminismo neutro y positivo.
Y como el stablishment quiere y desea mantener viva la cultura que tanto dinero (y poder, y eventualmente sexo) le ha dado, se pirra por los debates vacíos y estériles que no mejoran absolutamente nada.
Y entramos por el aro.
Y discutimos si hay que escribir miembros y miembras o no.
E insultamos, denigramos y nos quejamos de lo que no es importante.

Mientras siguen ganando dinero y poder a nuestra costa.
Se aprovechan de la ira justa contenida por miles de años de atropello, sutilmente introducen mensajes perniciosos y acaban produciendo rechazo contra algo que tendría que ser la punta de lanza del progreso social.

No debería existir una división social entre hombres y mujeres. No existen hombres o mujeres, existen personas. Personas que han caído accidentalmente en uno de los lados de la moneda del bimorfismo sexual de la especie. Pero que pertenecen a una especie que debería ya a estas alturas de la película de estar tan avanzada como para que la biología no tuviera implicaciones tan aberrantes en sus logros personales, intelectuals, físicos o emocionales.

Pero bueno, qué coño sé yo, si para unos soy un representante de la sociedad castradora del feminazismo y para otras un buenista hipócrita representante del lado más ladino del homopatriarcado.
Porque esto es así, han dividido artificialmente la población en dos grupos. Les han dado colores y armas, porque cuando se pelean entre sí no se dan cuenta de que les están robando.
Y si no eres de los nuestros, eres de los otros.
Sigamos peleando.
Rosa contra Azul.

Y comprando coches grandes.
A más grande el coche, más posibilidades de follar. No lo olvidéis.

Que lloren los cachorros. Que se callen los cobrades. Y que os dejen dormir.

viernes, 11 de septiembre de 2015

La Animación de Hoy

Desde hace un tiempo a esta parte, las series de animación americanas, especialmente las de Cartoon Network y en menor medida las de Disney Channel, han tomado cierto cariz que merecen un comentario.
Pero como en mi opinión cada caso es distinto, vamos a analizar varias series de animación actuales con un poco de atención.
Me centraré en series infantiles o dirigidas en principio a un público infantil. Que series de Adult Swim como Mort & Rick tengan mensajes subversivos o contenido sexual no tiene nada de extraño. Lo raro es encontrar ciertos mensajes en series destinadas a canales infantiles, y sobre todo que han despertado un fandom adulto.

Vamos a clasificarlas de una manera algo especial, por hacer las cosas entretenidas.

EL TOTAL ABSURDO

Aquí hablo de series sin argumento definido, sino que sus capítulos tienen un carácter autoconclusivo, como la mayoría de la animación clásica, en la que los hechos acontecidos en capítulos previos no condicionan la historia de los personajes ni les hace evolucionar.

TitoYayo



Su mejor baza y, reconozcámoslo, su mayor handicap es que se basa en el absoluto absurdo. Su chiste único, repetitivo y sin descanso es la violación constante por parte de TitoYayo de todas las leyes de la causalidad, la lógica, la física y, por cansino, el humor.
Se centra en una serie de episodios desestructurados de supuesta "ayuda" de TitoYayo, suerte de MaryPoppins alucinógeno, a unos pobres niños que estaban mejor sin él. Le acompañan un dinosaurio en camiseta imperio, una pizza con gafas de sol y, por supuesto, su montura, tigre fotorrealista volador.
Sueño trasnochado de un fan de Vaca y Pollo con demasiado presupuesto, olvidable.

El Asombroso Mundo de Gumball



Un poco, sólo un poco, menos absurda que la anterior, esta pequeña joya de la animación británica se centra en las desventuras de la familia Waterson, padre conejo, mamá gato, hijos gato y coneja y mascota pez que evoluciona accidentalmente (y literalmente, le salen piernas y desarrolla una respiración anfibia) hasta convertirse en miembro adoptivo, a la par hermano, mejor amigo y compañero de fatigas del protagonista, Gumball.
Como digo, no es TAN absurda como TitoYayo y, por ende, mejor. Se centra en las dinámicas disfuncionales de la familia (episodio mítico en el que cada miembro cambia sus roles por "los que debería tener" con hilarantes consecuencias).
A ver si uno tiene un rato para disfrutar, pero su capacidad de enganchar durante temporadas se limita mucho por su naturaleza autoconclusiva.

Historias Corrientes



Entramos en el terreno de las series que más fans producen, y es lógico. De estilo feísta, con un dibujo detallado que no pretende contentar a nadie excepto a sí misma, ya desde el principio se enclava en unos atemporales 80-90 tanto por su tecnología como por su ambientación.
Los nostálgicos no podemos dejar de apreciar las videoconsolas de 8 y 16 bits, los VHS, los cassettes y toda esa tecnología con la que crecimos.
Se centra en dos ninis, Mordecai y Rigby, que encuentran el chollo de sus vidas: un trabajo sencillo del que es más fácil escaquearse de lo que el encargado quisiera, que incluye habitación y comidas en el parco sueldo. Con un elenco de personajes que roza lo aleatorio (desde un distribuidor de chicles hasta un fantasma con una mano saliéndole de la cabeza), sus inicios aparentemente normales (organizar un concierto, leer un discurso, arreglar el ordenador) dan lugar a enfrentamientos contra Espíritus de la Muerte y viajes a Dimensiones Paralelas o incluso el interior de la mente humana.
Muy parecido en su concepción, pues, a Gumball pero con el plus de una estética antigua y unos colores más apagados. Son, quizás, una combinación perfecta para ver alternadas.

PARECEN EL TOTAL ABSURDO... PERO RESULTA QUE NO

Aquí vienen dos series que en un principio parecen que van a hacer la misma jugada que las anteriores pero que en cierto momento (muy específico además) todo cambia y empiezan a dirigirse hacia una dirección argumental.

Star vs the Force of Evil


Relativamente nueva, no sé siquiera si ha sido estrenada en España. Es una de las dos salvables de Disney Channel.
Sigue la historia de Star Butterfly, un estereotipo con dos ojos de Princesa de Reino de Fantasía con cierto gusto por la destrucción masiva y el enfrentamiento a monstruos gigantes. Por sus actitudes poco principescas, su madre, la Reina, decide enviarla a una dimensión paralela más segura para que aprenda a manejar sus poderes mágicos. La nuestra.
Con hilarantes resultados.
Con algún chiste bastante conseguido y cierta capacidad de sorpresa (y una camada entera de cachorritos que lanzan rayos láser subletales por los ojos, en serio, son una jodida monada), la estuve viendo como "desconectacerebros" hasta que empecé a darme cuenta de que había detrás una homogeneidad de razas y universos presentados que en cierto momento (cuando el Malo Oficial contrata a un nuevo esbirro, típico StarScream con sus propios planes) se convierte en una continuidad clara y la serie empieza a cuestionarse su propio pasado ficticio y ciertos temas morales como el hecho de que la Historia la Escriben los Que Ganan, cosa que fue una sorpresa agradable.
Quizás hagan algo bueno con ella.

Hora de Aventuras



Claro que sí, esta lista no podía estar completa sin la Revelación Del Momento... pasado.
Hora de Aventuras nos muestra las historias que viven Finn, un muchacho humano preadolescente, y su perro mágico Jake, que puede estirar su cuerpo y cambiar de tamaño. Viven en el país de Ooo, donde cohabitan duendes, dragones, chucherías antropomórficas y magos.
La cuestión se quedaría ahí si no fuera por dos detalles. El primero, el que más ha escanalizado a algunos padres, la presencia de chistes no-para-niños ocasionales ("El intentó lamer mi dulzura, pero no lo permití, jijiji"), y sobre todo el fandom ocasionado por cierto cambio de rumbo.
Digamos que el equipo de Pendelton tenía poco pensado, simplemente le hacían gracia algunas ideas e iban incorporándolas al mundo de Ooo... hasta que llega el capítulo en el que descongelan a los burócratas.
En ese momento, toman una decisión: Ooo es la Tierra (o una versión paralela de ésta), 1000 años después de la Guerra del Champiñón, que no es más que una guerra nuclear en la que la tercera parte de la superficie terrestre fue volatilizada. Finn es el último humano (que se sepa) y el resto de seres que aparecen son mutaciones genéticas o entidades sobrenaturales que, gracias a su carácter sobrenatural, sobrevivieron al desastre.
Así, a partir de ese momento se empieza a construir la historia retroactiva de Ooo y de sus habitantes más predominantes. En ese sentido, el top lo alcanza la historia el Rey Hielo, que nace como un chiste y que luego gana un carisma impresionante, sobre todo cuando vemos el momento en el que decide (ALERTASPOILER) perder la razón con tal de salvar a una jovencísima Marceline (FINDELSPOILER).
El final de la cuarta temporada (o de la tercera, ya no me acuerdo) con el retorno del Gran Villano de la serie (con permiso de Gunter), el Lynch, y el desarrollo de un mundo paralelo postapocalíptico a lo MadMax son la cumbre de la serie...
Porque desde ese momento ha decaído enormemente, y el final de la última temporada con la aparición de (ALERTASPOILER) el padre de Finn (FINDELSPOILER) han sido decepcionantes.

HISTORIAS COMPLETAS

 Ahora vamos a por lo mejor de esta tanda, tres series que han hecho lo que necesitaba la animación: empezar a construir historias largas a partir del formato episódico. El salto que habían dado las series de acción real y que tan bien había hecho antes el animé (el buen animé, Evangelion, Experimental Series: Lain, no Doraemon).

 Gravity Falls


Lo mejor que ha hecho Disney Channel en animación en mucho tiempo.
Olvidaos de Phineas y Ferb.
Gravity Falls es la historia de dos hermanos que van a pasar el verano en la cabaña del bosque de su tío Stan. Su tío Stan, un estafador conocido y persona non-grata en la mitad de estados, vive y gestiona una Cabaña de Curiosidades falsas... en un pueblo que está justo sobre una grieta espaciotemporal por lo que constantemente ocurren cosas extrañas. Por si fuera poco, el antiguo habitante de la cabaña dejó atrás una serie de diarios sobre las características de dicha grieta, de sus "habitantes" y una colección de artilugios mágicos o científicos cuya mal utilización va a llevar, evidentemente, a nuestros protagonistas a vivir aventuras.
Llena de imaginación, con un diseño de personajes perfecto, una elección de la paleta de colores maravillosa y un desarrollo de capítulos aparentemente autoconclusivos que luego se encadenan en una historia mayor y en un trasfondo rico (eso Disney lo hacía como nadie antes, si no hay que verse de nuevo El Pato Darkwing o Gargoyles), no sólo ha sobrevivido a la "Revelación de Fin de Temporada", sino que ha añadido un plus argumental que ha dado a la siguiente temporada la frescura que necesitaba para no caer en la repetición.
Un Must See.

Steven Universe



Una de las series mejor consideradas, y no es de extrañar.
Stevens Universe se centra en la historia de Stevens, que ya de por sí es particular. Stevens nace de un humano y una alienígena. Resulta que, en cierto momento del pasado, una raza de alienígenas que en sí son cristales o gemas con consciencia, cuya consciencia les permite generar representaciones físicas en la forma de cuerpos femeninos, invadieron la Tierra. Una de ellas, Rose Quarz, se enamoró de la especie humana y de lo que la Tierra representaba, así que lideró una revolució contra Yellow Diamond (señora del ejército invasor) que finalmente Rose ganó... no sin cientos de vidas perdidas.
Un tiempo indeterminado después, Rose conoce al padre de Stevens, se enamora de él y, fruto del amor de ambos, Rose decide darle un hijo. Pero como no es humana, sino una consciencia alienígena desarrollada a partir de una gema que es capaz de generar un cuerpo físico, para poder tener un hijo juntos Rose abandonó su forma física y entregó toda su esencia a su hijo, Stevens, haciéndole así nacer.
(Si les parece complicado, ¡bravo! empiezan a saber por qué esta serie mola).
Stevens es, pues, el primer híbrido entre gema y humano, y ha heredado los poderes de su madre, entre ellos el poder de curar y el de generar escudos de energía. Para aprender a usarlos y recuperar el contacto con la historia de su madre, Stevens cuenta con tres "Hadas Madrinas", Garnet, Amatiste y Pearl, las tres últimas generales supervivients del ejército de su madre.
Los problemas llegarán por un lado por el aprendizaje de Stevens, que siempre dividido entre dos mundos, no sabrá bien por dónde ir; por la repentina necesidad de las gemas de integrarse en el mundo de los humanos, del que habían intentado pertenecer al margen, y finalmente por el retorno del ejército de Yellow Diamond a la Tierra.
Para terminar de convenceros de verla, en esta serie también aparecen las fusiones como en Dragon Ball, pero no son como en Dragon Ball. Aquí, para que dos gemas se fusionen tienen que conseguir que su baile, su ritmo (que a veces es completamente diferente) y sus esencias estén coordinadas. Y al final el baile, cuando se encuentran, se produce una fusión con las características de ambas. Esas escenas son de una delicadeza y un gusto enormes, pensadas con mucha inteligencia desde el principio, y el resultado de las fusiones es a la vez sorprendente y lógico, o lo que es lo mismo, argumentalmente perfectos.
Ahora viene lo malo. Esta serie se basa muchísimo en el desarrollo de personajes, y eso es bueno. Pero lo hace tanto, con tanta calma, que sinceramente la primera temporada se hace larguísima. Está bien, los conflictos se mantienen durante varios capítulos y se resuelven de manera lógica haciendo siempre progresar la personalidad de los personajes. Pero no es para un espectador impaciente que quiere sólo unos minutos de relax.

Over the Garden Wall



He dejado lo mejor para el final, y voy a hablar muy poco sobre esta miniserie. Es algo que el espectador ha de descubrir por sí mismo.
Dos hermanos se pierden en el bosque, hasta llegar a The Unknown, origen y final de todos los cuentos que temías cuando eras niño. Fantasmas, monstruos, pecados, frío, lluvia, hambre, esperanza, desesperanza, nieve, y una Bestia que acecha en las sombras con un trato oscuro a ofrecerte.
Comparada con cierta obra clásica de la literatura a la que parece rendir homenaje (que el interesado debería buscar DESPUÉS de ver la serie), con una animación detallada, una paleta de colores preciosa, un tratamiento de los temas adulto e infantil a un tiempo, es una joya que si no has visto, no sé a qué estás esperando.



Bien, hete aquí un resumen del panorama de animación de hoy día. ¿Es mejor que antes, como dice el Nostalgia Critic? No lo creo. Batman, X-Men, El Pato Darkwing, Gargoyles, El Laboratorio de Dexter, las Supernenas, Johny Bravo, Agallas... No, no es mejor.
¿Es peor que antes? Para nada.
Es evolutivo. Las nuevas series vienen condicionadas por sus creadores, que vienen condicionados por las series que vieron y las que les hubiera gustado ver.
Empiezan a construir historias largas a partir del formato episódico a imitación de las series de acción real, y a un tiempo tienen su propia forma de contar historias, distintas a las series de actores.
Hay referencias para adultos que los niños no van a entender, hay nostalgia por los 80-90 y abren miras a otro espectador.
Merece la pena echarles un vistazo porque ofrecen cosas nuevas.
Menos a TitoYayo. Esa mierda es supercansina.

Apagad ya la tele, niños. Y que os dejen dormir.

sábado, 5 de septiembre de 2015

Agenesia de Corazón



Un relato antiguo, que escribí para uno de esos proyectos locos que a veces hago, que al final no llegó a nada...

El relato está escrito en estilo de Historia Clínica y se aleja mucho de mis temas y mi estilo habituales. Por eso, quizás, me gusta tanto.

Disfrutadlo.




MOTIVO DE CONSULTA: Agenesia de corazón


DATOS DE FILIACIÓN

Nombre: Luz. Apellidos: Desconocidos.
Fecha de Nacimiento: Indeterminada.
Número de Historia Clínica: 4297
Médico responsable: Dr. Juan José Hidalgo Díaz

ANTECEDENTES PERSONALES

Alergias diagnosticadas:
El dolor ajeno
Las hojas caídas en otoño
La gente que dice “sí” cuando quiere decir “no”
Enfermedades crónicas:
Soñadora
Tímida
Hábitos tóxicos:
Danzar bajo la lluvia durante horas
Mirar golosinas sin tener realmente hambre
Abrazar a todos los perros que se encuentra por la calle.
Cirugías previas: No conocidas.
Tratamientos:
Helado de tipo “chocolate”, doscientos gramos por dosis, a demanda.
Películas románticas que terminan bien, dos unidades cada cinco días aproximadamente, acompañado de dos dosis de pañuelos de papel.

ANAMNESIS POR APARATOS

Cabeza y sentidos:
Dolor de cabeza: sólo si se emborracha. Mareos, vértigos: Frecuentes porque refiere pasarse el día dando vueltas a las farolas. Pérdida de visión: Sobre todo cuando no quiere ver. Pérdida de audición: Hay cosas que prefiere no oír. Otras alteraciones de los sentidos: No. Alteraciones del habla: Balbuceos incoherentes cuando tiene que hacerse oír.
Cardiorrespiratorio:
Dolor de pecho: No. Palpitaciones: Ojalá. Sensación de ahogo: Cuando no respira. Tos: No.
Digestivo:
Náuseas y vómitos: Ante la hipocresía. Ante hablar en público. Dolor de estómago: También si tiene que hablar en público. Ardores: No. Digestiones pesadas: No habitualmente.
Reno-urinario
Molestias al orinar, escozor, dificultad para orinar: A una señorita, refiere, no se le preguntan esas cosas.
Locomotor:
Dolor de espalda: No. Dolor de miembros: Sí, dice que lo llama “agujetas”. Pérdida de fuerza: En las piernas, que le tiemblan a menudo.

ENFERMEDAD ACTUAL

Paciente de una edad indeterminada (refiere ser antigua como el tiempo y joven como el azahar en primavera), que aparenta aproximadamente veinte años. Acude refiriendo no tener corazón.

― ¿Cómo dice?
―Que no tengo corazón ―me respondió, orgullosa.
Aparté la mirada de la pantalla del ordenador y me detuve a mirar a la paciente. Ella no era capaz de sostenerme la mirada e incluso se ruborizó un poco.
― ¿A qué se refiere con que no tiene corazón?
Era la última paciente del día. Estaba citada para la una y media, eran las cinco y cuarto y yo aún no había comido. El hambre, la falta de sueño y de nuevo el hambre estaban haciendo mella en mi capacidad de concentración. De repente, me fijé en los datos de la historia clínica que había rellenado. ¿”Tratamientos: Helado”? Sacudí la cabeza, realmente confuso.
―Que no tengo corazón.
Se señaló el pecho con el dedo, muy firmemente. Para afirmar aquello sí me miró a los ojos, pero luego volvió a apartar la mirada.
―Eso ya lo escuché ―espeté.
Cómo Ser Borde Con Pacientes Poco Colaboradores. Lección uno, epígrafe seis. “Eso ya lo escuché”.
―Entonces no me pregunte de nuevo ―parecía terriblemente ofendida.
Permanecí unos minutos contemplando cómo ella se interesaba por los dibujos anatómicos que adornaban la consulta, preferentemente aquellos más lejos de mí.
―Le pregunto sobre aquello que le hace creer que no tiene corazón.
―Verá, si usted no tuviera mano, lo notaría, ¿no?
―Bueno, señorita, es que yo puedo ver mi mano.
Me miró con repentina ira.
―Está bien, doctor Listillo, ¿y si no tuviera hígado?
―Si no tuviera hígado, me moriría.
― ¿Ve entonces lo problemático de no tener corazón?
―Existe una diferencia. Es decir, si no tuviera corazón se moriría inmediatamente.
Abrió repentinamente los ojos, pálida, con los labios temblándole de puras ganas de llorar.
―No estoy diciendo que se vaya a morir ahora mismo ―dije con cansancio.
―Lo acaba de decir ―me acusó, señalándome con el dedo.
―Lo que acabo de decir es que si no tuviera corazón estaría ya muerta.
Empezó a mirar a todos lados, como un cervatillo asustado.
―A lo mejor estoy muerta ya, a lo mejor soy un fantasma. ¿Soy un fantasma? ―Me miró directamente a los ojos, con una expresión de verdadero pánico en el rostro.
Miré de reojo el montón de hojas de interconsulta. En la primera ya veía escrita la palabra “psiquiatría”. Suspiré de nuevo.
―Señorita, nunca he visto fantasmas y no voy a empezar a verlos ahora.
―Bueno, entonces ¿qué? ¿Estoy viva o muerta?
Ahogué un grito de salvaje irritación.
―Señorita, está viva. Ergo tiene corazón. Ergo no hay más discusión posible.
Estaba furibunda, tanto que me clavó la mirada y me dijo:
―Esto no funciona así, doctor Listillo. Yo tengo un problema, usted busca la razón y lo arregla. Y mi problema es que no tengo corazón.
La miré, empezando a resignarme.
―Mire, le propongo un trato, me permite comprar un sándwich de la máquina de enfrente y una cocacola light, me deja seis minutos para tomármelos y empezamos de nuevo.
― ¿No ha comido? ―Me miró incrédula.
―No. No he comido. ¿Acaso me ha visto salir de aquí?
―No lo sé, he llegado a las dos y cuarto.
Fruncí el ceño.
―Estaba citada a la una y media.
―Son las cinco y cuarto y acabo de entrar. He llegado pronto.
Tenía razón, así que me quedé en silencio. Ella comenzó a curiosear la consulta.
― ¿No iba a comer? ―Me preguntó, sin mirarme directamente.
―Hasta ahora ―dije, saliendo de la consulta.
Tardé cuatro minutos en comer. Cuando volví, ella me miraba sonriente.
― ¿Ya puede escucharme bien?
Asentí, reprimiendo un eructo con la mano. Ella señaló mi silla, apremiante. Tenía los pies descalzos sobre el asiento y se sujetaba las rodillas con el brazo. No soy religioso, pero si lo fuera, hubiera pedido paciencia a Dios y a todos sus Santos. Rodeé la mesa, me senté con calma, hice crujir mis nudillos y me puse delante del ordenador.
―Vale, está bien, como tú quieras ―dije, sin dirigirme realmente a ella―. ¿Desde cuándo nota usted estos síntomas?
Frunció el ceño.
―Me refiero a desde cuándo ―hice una pausa, renuente a decirlo―, desde cuándo no tiene corazón.
Sonrió.
― ¡Ah! ¡Eso! Creo que nunca lo he tenido.
Mis ojos se cerraron involuntariamente en un gesto que clamaba por golpearme la frente con la palma. La miré con el rostro de desesperación que guardo para pacientes especialmente insufribles, como era el caso.
―Si nunca ha tenido corazón, nunca ha podido estar viva…
Ante su cara, mezcla de sufrimiento y tozudez, alcé ambas manos en son de paz.
―Está bien, está bien. Ya redacto.

Refiere que padece este problema “desde siempre”.

― ¿Puedo preguntarle por qué no ha venido antes al médico por su problema?
―No me había dado cuenta hasta hace poco.
―“Hace poco” ¿cuánto es?
―No sé, hace poco.
―Un mes, un año, dos años, tres días, quince minutos…
―En algún momento entre hace dos años y quince minutos. O puede que fuera antes o después.
―Después no es posible.
― ¿Y por qué no? ―Me preguntó ofendida.
―Porque hace quince minutos estaba en la consulta comentándome que no tenía corazón, así que como mínimo lo sabe desde entonces.
― ¿Sabe que se gana el mote de doctor Listillo, doctor Listillo?
―Se sorprendería de la cantidad de gente que me dice eso a lo largo del día.

Al parecer, hace relativamente poco que se ha dado cuenta del problema (entre dos años y quince minutos).
No presenta síntomas acompañantes, excepto los propios de su problema, esto es: no se emociona cuando ve una pareja besándose, no siente ganas de reír cuando sale el sol después de una semana de lluvia, no nota palpitaciones cuando ve un chico guapo.

―Creo que lo que usted está describiendo es más bien anhedonia ―comento.
―No conozco ninguna Anhedonia. ¿Es simpática?
Era una de esas ocasiones en las que creo firmemente que intentan tomarme el pelo. Reprimí el impulso de buscar la cámara oculta y, dirigiéndome hacia la paciente, solté:
―Anhedonia es la incapacidad de tener sentimientos.
―Tiene voz de documental ―se rió de mí―. Debería dedicarse a grabar documentales: “Descubra medicina con el doctor Listillo”.
―Señorita, estoy haciendo lo imposible por tomarme en serio su caso, son más de las seis menos cuarto, por favor le pediría que se abstuviera, al menos, de bromear a mi costa.
Se lo dije con mirada severa, y ella se mostró auténticamente avergonzada, pero he de confesar que había tenido que reprimir una carcajada. Doctor Listillo me viene como anillo al dedo.
― ¿Algún otro síntoma?
―No, que yo sepa.
―Bien, pasemos a la camilla.

EXPLORACIÓN

Paciente consciente, orientada y colaboradora (relativamente, añadí mentalmente). Bien hidratada y perfundida. Eupneica en reposo. Normoconfigurada.

Luz era una muchacha pequeña y pizpireta. Tenía unos ojos enormes, como de cachorro, y una nariz que, sin ser bonita, le daba cierta armonía al rostro. Tendía a arrugar la barbilla cuando se entristecía.
―Siéntese en la camilla. Dejaremos la auscultación cardiaca para el final, ¿le parece bien?
―No sé. Sí, supongo que sí.
Asentí, sonriendo.

Cabeza y cuello:
Pupilas isocóricas y normorreactivas (ojos que parecían azules pero a la luz de la linterna se volvieron verdes). Mucosa orofaríngea sin alteraciones (aunque tuve problemas para observar la garganta porque no quería parar de hablar mientras le observaba y se negaba a que usara el depresor). Cuello (blanco, delgado y delicado) sin bocio, sin adenopatías, sin ingurjitación yugular. Pulsos carotídeos conservados y simétricos.
Tórax:
            Normoconfigurado. Auscultación pulmonar (puse el fonendoscopio sobre la camiseta malva que llevaba, que era lo bastante fina y, siendo una mujer joven, preferí no hacerle pasar por el apuro. Ni hacerme pasar a mí por el apuro, ya puestos), murmullo vesicular conservado bilateral, sin sonidos patológicos.
Abdomen:
(Hice que se descubriera una barriga bien formada, con un ombligo curioso adornado con un piercing rojo) Blando, depresible, sin masas, megalias ni puntos dolorosos (con cosquillas). Sin signos de irritación peritoneal. Ruidos hidroaéreos presentes.
Pulsos distales: presentes.
Exploración neurológica: Normal.

―Ahora voy a auscultarte el corazón, ¿vale?
Ella asintió.
―Si no tienes corazón, no escucharé nada. Y si no me crees, no te preocupes, que lo vas a escuchar tú misma.

Latido rítmico y regular, sin soplos ni ruidos patológicos.

―Tienes corazón.
―No. No tengo corazón.
―Acabo de escucharlo.
Me miró llena de sospecha. Ya estaba preparado para eso. Coloqué las varillas del fonendoscopio en sus oídos y luego, con cuidado, coloqué la membrana sobre el esternón.
― ¿Ves? Late. Tienes corazón.
―Escucho una especie de dum-lup.
―Son los latidos de tu corazón. Dum, sístole, lup diástole. Tienes corazón.
―No. Eso sólo demuestra que hay algo en mi pecho que hace dum-lup, pero no que eso sea mi corazón.
Estuve a punto de perder los nervios, la paciencia y la educación. No sé aún qué me reprimió, si mi sentido común o los enormes ojos de ella, que mostraban verdadero sufrimiento ante el hecho, para ella innegable, de que no tenía corazón.
― ¿Qué más quieres? Por todos los santos, ¿qué más necesitas para convencerte que tienes corazón?
―Tenerlo.
Así las cosas, a punto de berrear como un bellaco, decidí continuar. Siempre adelante, sin detenerme.
―Haremos una serie de pruebas complementarias, ¿te parece?
―No lo sé, ¿me darán un corazón?
―No. Te demostrarán que tienes uno.
No me discutió. Pero en sus ojos vi la verdad: ¿cómo podía yo demostrarle que tenía corazón si no lo tenía?

PRUEBAS COMPLEMENTARIAS

Luz miró pensativa la imagen que le devolvía la radiografía. Estaba colocada en el negatoscopio (adoro esa palabra), la enorme pantalla blanca. Mostraba el interior de Luz: sus pulmones, negros, sus costillas, blancas. El contorno de su piel se adivinaba en los bordes. Justo entre un pulmón y otro aparecía un espacio en blanco, que señalé.
―Esto es el mediastino ―dije, con mi voz de documental.
Ella asintió.
―Y esta imagen de aquí, en el mediastino, es el corazón.
Señalé una figura blanca, con forma de gota torcida hacia el pulmón izquierdo, abajo del todo. La contorneé con el dedo e incluso señalé qué borde pertenecía a la aurícula derecha y cuál al ventrículo izquierdo.
―Pero no está, ¿lo ve? No tengo corazón.
Miré la radiografía.
― ¿No lo ve?
―Veo que no está. Sólo un agujero en blanco.
―Es una radiografía, en la radiografía el corazón no se “ve”, se ve sólo el espacio que ocupa.
Me miró firmemente a los ojos, con una dureza y una seriedad que no le podía atribuir.
―Doctor Listillo, usted me enseña el hueco donde debería estar un corazón y me dice que está ahí. No es muy convincente, ¿verdad?
Respiré pacientemente. Estaba aprendiendo lo que era la paciencia con Luz. Además, tenía un as en la manga.
―Vale, está bien, quizás la radiografía sea el peor método del mundo para demostrar la existencia del corazón…
― ¿Entonces por qué me la ha hecho?
―Para estudiar su corazón. Medir el índice cardio-torácico, comprobar su morfología…
―Pero si no está.
―No le puedo explicar Radiología Clínica en cinco minutos, señorita.
Cómo Ser Borde Con Pacientes Poco Colaboradores. Lección ocho, párrafo siete: “No le puedo explicar (inserte el nombre de la materia en cuestión) en cinco minutos señora/señorita/caballero”.
―Pues no lo intente.
Lo más irritante de Luz era cuando tenía razón. Me di la vuelta por no gritarle o sonreírle y me dirigí a la mesa de mi consulta, donde guardaba el arma secreta. Entre los papeles de la historia de Luz se encontraba la prueba definitiva. Cogí la larga tira de papel plastificado y se la mostré con una sonrisa henchida de orgullo.
― ¿Ve? Tiene corazón.
― ¿Qué es esto? ―Preguntó, mirándolo como si le hubiera entregado una rata muerta.
―Es un electrocardiograma, un estudio de la actividad eléctrica cardiaca. El corazón funciona a través de ondas de voltaje que…
―“El doctor Listillo explica: el electrocardiograma, el apasionante mundo del voltaje”.
La miré con tal censura que enrojeció hasta parecer un tomate maduro. Espero que así no notase la risilla que se me había escapado.
―Simple y llanamente esto es un registro de su corazón, de cómo funciona.
Luz contempló las ondas dibujadas entre cuadrados rosas. Luego me miró. Sabía lo que iba a decirme. Lo sabía mucho antes de que lo hiciera.
―Esto sólo demuestra que hay electricidad en mi pecho, no que hay un corazón.
La contemplé, demasiado agotado para contestar. Finalmente lo había conseguido, mi mano cogió la primera de las hojas de interconsulta y comenzó a rellenarla, ante la perpleja mirada de Luz.

EVOLUCIÓN

Hoja de Interconsulta

De: Dr Hidalgo Díaz
A: Psiquiatría

Datos clínicos: Paciente de aproximadamente veinte años que acude a consulta refiriendo “ausencia de corazón”, según ella congénita, que se ha manifestado con sintomatología recientemente. En historia clínica, síntomas de anhedonia leves. Exploración física normal, exploración neurológica normal, ruego valoración.

Respuesta: Descartar patología orgánica. Un saludo.

―Tenemos que hacerle una serie de pruebas, Luz.
Estaba serio, demasiado serio. Luz me miraba con algo de temor.
― ¿Es algo malo?
―Para nada ―negué―. Simplemente quiero que le echen un vistazo los compañeros de psiquiatría.
―Los loqueros.
―No. No. Llamarlos loqueros es una estupidez. Simplemente son encargados de enfermedades que no vienen del cuerpo.
―Pero a mí me falta el corazón, eso es un problema del cuerpo.
―Luz, escúcheme bien, por favor. Hemos de descartar que padezca alguna patología psiquiátrica grave, ¿me comprende?
Asintió, no muy convencida, sin comprenderlo muy bien.
―Entonces debería verla psiquiatría, hasta aquí todo bien, ¿no?
Volvió a asentir. Hasta ahí todo mal.
―Pero quieren descartar que tenga alguna patología orgánica antes de verla, ¿comprende usted eso?
Un nuevo asentimiento, acompañado de una sonrisa. Antes de que hablase, ya sabía lo que iba a decir:
―Comprobar que no tengo corazón de verdad.
La miré directamente a los ojos, apesadumbrado. No contesté aquello. Algunos días aún me acuerdo de cómo no conteste a aquello y me siento un ser execrable. Pero eso es otra historia.
―Tenemos que hacerle una analítica de sangre, un TAC craneal y sería conveniente una punción lumbar.
―Suena doloroso ―dijo con temor.
―Sólo lo último ―admití.
― ¿Y si no quiero hacerlo?
Hay veces en las que las situaciones difíciles hacen saltar resortes de comportamientos aprendidos. Evidentemente, aquella era una de esas veces.
―Por supuesto, está en su derecho de decidir si hacerse o no una prueba, pero yo, como médico, he de…
Me cogió de ambos brazos, casi subiéndose a la mesa, me miró con sus ojos de cachorrillo y me dijo:
―Tengo miedo, ¿me comprende? Tengo miedo del dolor y de que si sigo mucho tiempo sin corazón pueda morirme, o peor seguir viva y sin corazón y entonces me muera de pena sin morirme de verdad. ¿Hasta ahí todo bien? Sólo le pido que me diga si usted cree necesario que me haga todas esas pruebas aunque sean dolorosas, y yo aceptaré, pero necesito que usted me dé su confianza porque yo no tengo de eso, ¿comprende usted eso?
Asentí lentamente. Ni comprendía ni estaba todo bien. No obstante, me recompuse como pude, cogí sus brazos con mis manos y la miré con toda la seguridad que tenía dentro, que no era mucha.
―Luz, no sé si todo esto lleva a algún sitio o no, pero es lo único que se me ocurre para ayudarle.
Nunca he sido tan sincero con un paciente y dudo que lo vuelva a ser nunca.
―Confiaré en usted, doctor Listillo ―volvió a su sitio―. Pero porque usted es el doctor Listillo, ¿eh?
Y tuve que sonreír.

PRUEBAS COMPLEMENTARIAS (2)

La analítica no fue nada. El TAC tardó en realizarse, pero no fue nada trágico. Ambas pruebas me devolvieron lo que ya sabía: una normalidad que los médicos consideramos insultante.
Pero la punción lumbar era otra cosa. La habían citado para por la tarde, en la consulta de neurología, y el día antes Luz apareció en mi consulta sin cita previa. Esperó pacientemente hasta que terminé con los citados y entonces entró en tropel, mientras me quitaba la bata.
―Tiene que venir conmigo ―me dijo, muy seria.
La miré sin comprender.
―Mañana, por la tarde, tiene que venir conmigo.
― ¿A dónde? ―Pregunté.
―A la prueba.
La miré, compasivo.
― ¿No puede acompañarle nadie?
―Venga usted, doctor. Por favor.
No me dijo que ella había confiado en mí. No hizo falta.

Luz estaba colocada de lado en la camilla. Se agarraba las rodillas con las manos y escondía la cabeza en su pecho. No podía verla, pero algo me hizo saber que había una lágrima de miedo en su mejilla. La neuróloga la tranquilizaba con palabras dulces.
―No te preocupes, pequeña. Será sólo un pinchazo, estás muy delgadita y tardaré poco.
Luz gimoteó en asentimiento. Yo estaba allí.
― ¿Es familia tuya? ―Me preguntó la neuróloga.
Negué con la cabeza.
―Es una paciente de mi consulta.
― ¿Acompañas a todos los pacientes a sus pruebas?
―Se lo pedí yo ―dijo Luz, desde el fondo del ovillo que estaba hecha―. Me da mucho miedo el dolor.
La neuróloga me lanzó una mirada que quería incitar muchas cosas y censurar aún muchas más. Yo negué serio con la cabeza.
―Simplemente no me pude negar.
No tenía más explicación.
―El doctor Listillo, que se cree un caballero andante ―soltó de improviso Luz.
La neuróloga comenzó a reírse. Yo cerré los ojos, agaché la cabeza y me preparé mentalmente. Ahora esperaría con ansiedad la primera interconsulta a nombre del “dr. Listillo”.
―Bueno, pues el doctor Listillo debería apretar la mano de la paciente, si tan caballeroso es.
Miré a la neuróloga, que me sonreía divertida. Me dirigí al otro lado y tendí mi mano a Luz. Ésta la cogió con sus dos manitas, pequeñas, de dedos finos. Estaban heladas.
―No me suelte, doctor.
―No se preocupe, Luz.
Y me descubrí arrodillado, con una mano entre sus palmas y la otra acariciando el dorso de sus manos. Unos ojillos verdes de cachorrillo me miraron desde el interior del ovillo e involuntariamente guiñé un ojo.
He de quitarme esa mala costumbre de guiñar. Algún día lo voy a pagar caro.
La punción continuó sin mayor problema, menos dolorosa de lo que Luz hubiera esperado nunca. La neuróloga contempló el frasquito con líquido cefalorraquídeo a contraluz.
―Lo voy a mandar al labo, pero ya te digo que no tiene nada.
―Lo sé ―respondí resignado.

Hoja de Interconsulta (2)

De: Dr Hidalgo Díaz
A: Psiquiatría

Datos clínicos: Paciente de aproximadamente veinte años que acude a consulta refiriendo “ausencia de corazón”, según ella congénita, que se ha manifestado con sintomatología recientemente. En historia clínica, síntomas de anhedonia leves. Exploración física normal, exploración neurológica normal. TAC normal, analítica de sangre normal, punción lumbar normal. Ruego valoración.

Respuesta: Descartar patología orgánica. Un saludo.

Aquello ya era una cuestión personal. El psiquiatra en cuestión y yo habíamos tenido alguna discusión algo amarga por casos previos, pero aquello rozaba lo poco profesional.
―Habrá que descartar primero la patología orgánica.
―Le he realizado analítica completa, “TAC” de cráneo e incluso una punción lumbar ―le respondí, con más cansancio que ira.
―No, no. Me refiero a que habrá que comprobar que tiene corazón. Doctor Listillo.
Miré al psiquiatra que, con suficiencia por encima de sus gafas de pasta naranja, me sonreía. Estaba siendo cruel adrede, como venganza por algo realmente horrible que le hubiera hecho en el pasado. Intenté refrescar mi memoria, buscando algo suficientemente malo como para semejante venganza. No encontré nada, pero me iba asegurar de que en un futuro cercano hubiese algo que se aproximase.

PRUEBAS COMPLEMENTARIAS (3)

Encontrándome ante la circunstancia que el psiquiatra se negaba a ver a la paciente, y siendo imposible para mí en ese momento sortearla para que la viese otro profesional, me encontré pidiendo un favor inesperado por la paciente más exasperante y odiosa que había tenido.
No podía hacer otra cosa.
―Sé que lo que te estoy pidiendo no es ortodoxo.
―Ni ortodoxo, ni sensato ni nada, hostias. Es una gilipollez de órdago, Juanjito.
La radióloga me miraba indignada, porque lo que estaba pidiéndole era todo lo que ella había dicho y algo más. Y porque era mi amiga.
―Doctor Listillo, si no te importa.
Soltó una carcajada desganada.
―Pero vamos a ver, Juanjo, ¿tú qué interés tienes en esa chica?
―Sabes que no. Que esto no es por eso.
―Lo sé, es lo que no me acaba de caber en la cabeza contigo.
Me encogí de hombros. Me miró mientras exhalaba por la nariz y negaba con la cabeza.
―Tanto ir por ahí con el cuento de que no tienes corazón y luego haces gilipolleces de estas.
Tuve que alzar una ceja. Maldita sea, me tienen demasiado calado. Voy a tener que buscar otro hospital donde no me conozcan.
―Espera un momento ―dije.
―Uno, dos o tres, pero no le voy a hacer una gammagrafía con talio para demostrarle que tiene corazón a una paciente sana. Que lo sepas.
― ¿Qué has dicho antes?
― ¿Qué no paras de hacer gilipolleces?
―No. Que voy por ahí diciendo que no tengo corazón.
―Ah, eso. Sí. Últimamente te ha dado por esa pollada de que no tienes corazón.
La miré, con una sonrisa algo loca.
―Creo que me has dado la solución, doctora.
Salí de allí escopetado. A lo lejos, la radióloga gritaba:
― ¡Eso se merece una caña, lo menos!

JUICIO CLÍNICO

Luz entró en la consulta. Yo estaba serio. Sé ser buen actor cuando la ocasión lo requiere.
―Siéntese. Tenemos que hablar ―dije.
Ella, tímida como un animalillo del bosque, casi trepó a la silla. Me dieron tentaciones de dejar la pantomima, pero era necesario para que aquello funcionase.
―No podemos hacer la prueba ―le solté con brusquedad.
Calculadamente brusco. Ella torció sus cejas en un gesto que parecía más de dibujos animados.
―La radióloga no puede hacerlo. No tiene sintomatología cardiaca ni nada que lo justifique. ¿Sabe acaso lo cara que es esa prueba? ―Para eso último me eché sobre la mesa, con las manos cruzadas, el ceño fruncido.
Ella negó con la cabeza.
―Pues es realmente cara. Sólo puede hacerse si está justificada, y en este caso no lo está.
Estaba al borde de las lágrimas.
― ¿Entonces qué podemos hacer, doctor?
No respondí inmediatamente.
―Lo primero que voy a hacer es pedirle perdón, Luz.
Aquello arrugó más aún su ceño.
― ¿Perdón?
―Le he sometido a pruebas, le he hecho esperar una eternidad y alguna vez he pedido la paciencia con usted.
Ella no comprendía nada.
―Pero eso se acabó. He estado releyendo con cuidado su historia clínica, ¿sabe? Y creo que he descubierto la clave de su mal.
Tenía toda su atención fijada en mí.
―Su problema no tiene nada que ver con la medicina, Luz. ¿Lo sabe?
Aquello fue un mazazo. Las lágrimas que amenazaban con salir recorrieron sus mejillas. Su barbilla se arrugó y su nariz se contrajo. En su mirada había una decepción tan honda y profunda que me rompió algo por dentro. Pero no podía detenerme.
―Eso no significa que la medicina no pueda ayudarle.
El torrente quedó contenido, un suspiro antes de derramarse.
―Hable ya, doctor Listillo.
―Habría que probar un tratamiento especial. Es experimental, pero podría funcionar.
― ¿Un tratamiento? ¿De qué tipo?
―Le voy a recetar algo que, confío, acabe con su problema.
La desconfianza brillaba en sus ojos.

PLAN

Contemplé los ojos implorantes de Luz y le sonreí. Cogí mi talonario de recetas, mi pluma favorita, y rellené una con cuidado. Estampé mi sello en ella y, como colofón, dibujé un corazón allí donde tenía que escribir el medicamento.
Sé dibujar bastante bien, lo bastante como para dibujar un corazón anatómicamente aceptable. Pero no hice eso.
Dibujé un corazón. Le di la receta a Luz y entonces comenzó a brillar como, quizás, había tenido que brillar siembre. Desde su sonrisa a sus ojos pasando por todo su rostro. Se abalanzó sobre mí tan rápido que no me di cuenta, me plantó un beso tenue en la mejilla que me rozó la comisura del labio y, antes de salir de la consulta, me miró:
―Gracias, doctor.
Tan sólo unos minutos después de que Luz se hubiera marchado noté la sonrisa que me había dejado clavada en el rostro. Entonces descubrí que no sólo Luz había conseguido un corazón aquel día.