No sé si os habéis
dado cuenta, pero salvo a mis amistosos petro-arizonianos (juego interactivo, busque
en el blog la referencia, cinco minipuntos para el que la encuentre) creo que a
nadie se le escapa que el género zombie está como de moda.
Un poco.
Mucho.
Hasta en la sopa.
Os voy a hacer una
confesión que, como autor y lector del género de horror que soy, es un poco vergonzante.
No me apasionan los
zombies.
Por eso aún no he
atacado los libros de Alfonso Zamora, Javier Cosnava, Carlos Sisí o Alejandro
Castroguer.
No os lo toméis a
mal, chicos, sé que os leeré, tengo un montón de ganas, pero es que no es mi
género.
Y os leeré porque sé
que no lo tratáis como la mayoría.
Además he de añadir
que, redoble de tambores de la vergüenza, he participado en la antología de
Tusitala “Carne Nueva” y en el segundo librojuego de la saga Infectados,
Revelación (muy pronto en las librerías).
En el primer caso,
bueno, era fácil. Uno de los requisitos era no haber escrito nada de zombies
antes y, como es que no me apasionan, nunca me había lanzado a por ese género.
Es más, los que hayan
podido leer mi relato en Carne Nueva, La fractura, verán que escojo tanto un
punto de vista como un tipo de zombie poco común en la literatura del género
actual. Y si no, no os preocupéis, este blog tiene una app que localiza
vuestras cuentas bancarias y os ha comprado la antología automáticamente. De hecho,
ya está llegando a vuestra casa.
Creedme, lo vais a
agradecer.
En cuanto al
librojuego, pues tendréis que jugarlo pero vamos, una vez dicho todo esto
podréis entender que mis partes son reconocibles por su, digamos, heterodoxia.
Eso me parece.
Ya el señor Fernando
Lafuente me corregirá si me equivoco.
Mi reticencia al
género zombie se puede extrapolar de todo lo que ya he dicho. Pero por resumir,
me parece un género que en muchos casos desaprovecha sus capacidades para
centrarse en la masacre sin sentido o la angustia del superviviente; que si
bien molan, ya estaban presentes en la veterana Noche de Romero y se ha
repetido demasiado su esquema.
Por eso hoy vengo a
hablaros de Maggie.
Maggie, la primera idea
Soy un cinéfilo, es
más, soy un cinéfago, y además soy asmático leve ocasional. Eso último no tiene
nada que ver con el tema, pero ya puestos a confesarse, mejor decirlo todo.
Sigo tres o cuatro
páginas de cine entre cine digamos friki y cine independiente. El cine
comercial se publicita solo, a ése no hay que seguirle la pista.
En mi friki-radar,
hace ya unos años, apareció algo muy interesante. Un proyecto de cine de
zombies en el que nos centrábamos no en el superviviente, sino en la persona
que es mordida y cómo vivencia su transformación. Inmediatamente me llamó la atención porque al
fin el cine tomaba el potencial del zombie con otros ojos distintos, con otra
perspectiva.
La literatura lo ha
hecho. Hay una novelilla de zombies de lo más surrealista que se llama “La
Sonrisa de los Muertos”. La tengo reseñada en el Cementerio de los Blogs Que Ya
No Actualizo, si hay interés la recupero. Y sé de buena tinta que los señores
citados más arriba no han sido citados por casualidad.
Pero el cine había
dado pocas muestras de originalidad (fuera de meterles anfetaminas en la que
considero una de las películas más interesantes del género, a pesar de sus
detractores).
El desastre
Ahí estaba el guion
de Maggie, buscando financiación y nunca muy lejos de mi radar, cuando ocurrió
con algo que la lanzó bien lejos de mis intereses, a la papelera donde
descansan las Transphormers y las The Fast & the Furious.
El” Suarse” se
interesó por ella.
Yo me llevé las manos
a la cabeza, grité como un loco, di vueltas sobre mí mismo... bueno, vale, más
bien exclamé un psché por lo bajini y me olvidé de la peli.
Hay que entenderlo,
he visto muchas pelis del Suarse. Algunas están entre mis favoritas y otras
entre mis placeres culpables (bendita Eraser y tu escena del Suarse disparando
con dos rifles magnéticos con miras telescópicas a rayos X, tú me hiciste un
jombre).
Sabía qué iba a
pasar. Un proyecto intimista, cercano, doloroso, triste e incómodo, original
como pocos, se convertiría en un festival del Old-Terminator lanzando yoyas de
todos los colores contra hordas de zombies y humanos en plan padre coraje con
esteroides.
Vamos, algo que me
daba una pereza impresionante.
Afortunadamente me
equivocaba.
La película
No voy a centrarme
mucho en el argumento, que además ya he comentado antes, por riesgo a cometer
spoilers.
Con la premisa que
hemos hablado, nos encontramos con una rara avis del género zombie, que tiene
el riesgo de ser una incomprendida. Quizás no una obra maestra, pero sí una
joyita que merece mucho la pena y que tiene dos enemigos fundamentales (como
todos los proyectos de esta ralea)
Los amantes de los
zombies y sus detractores.
Los primeros aducirán
que la película es lenta y le falta acción. Posiblemente no conozcan la
historia de su rodaje, ni sus intenciones de película independiente, sino que
hayan mezclado en su cabeza zombies + Suarse y esperan otro tipo de filme.
Los segundos no se
acercarán a ella, por ser de zombies.
Y es una lástima esa
desinformación de los primeros que les va a llevar a las salas con falsas
expectativas y de los segundos que no les van a llevar a las salas. Maggie
merece la pena.
Centrando la mayor
parte de su metraje en el drama humano, en la relación entre un padre y una
hija, y dejando tiempo y espacio para que los sentimientos puedan respirar. La
elección de una granja aislada como escenario es genial, permite unos planos de
una belleza decadente que extrapolan las emociones de los personajes y enmarcan
sus vidas y sus avatares con esa quietud moribunda. Todo en el escenario parece
hablar de una época anterior, más fácil y hermosa, que está muerta y se
resisten a enterrar.
Como un zombie.
Eso no quita que no
aproveche el género para mostrar escenas explícitas, desagradables e
impactantes. Son pocas, están muy bien dosificadas, y como es lógico su
dosificación y la implicación que producen los personajes las hacen
emocionalmente más intensas que todo el gore por gore que solemos ver en el
género.
Que lo mates, coño
Luego hablaré de cómo
la cinta ejerce de metáfora de muchas situaciones de la vida, la enfermedad y
la muerte, y cómo eso le da valor y trascendencia, pero antes quiero hacer un
apunte sobre un hecho particular que creo que refleja los logros de la
película.
Volvamos a Romero (o
a Snyder, tu versión favorita). Estamos encerrados en el supermercado y los
zombies se han quedado detrás de la reja. Uno de los supervivientes tiene un
mordisco.
“Mátalo, mátalo ya,
que lo mates coño, que se va a convertir en quince segundos, mátalo ahora que
es fácil de matar, no seas imbécil.”
Quien no haya pensado
esto mismo en esa situación que salga de la sala por mentiroso. Es un recurso
demasiado típico, ese pobre desgraciado está a punto de convertirse él también
en una amenaza y los supervivientes, estúpidos, dudan si matarlo o no.
Porque a todos nos
interesa un culo la vida de ese desgraciado, nos interesa poco qué era antes
del Apocalipsis y por supuesto no nos interesa lo que tenga que aportar hasta
que se transforme.
No empatizamos con
las reticencias del grupo en cuanto a sacrificarlo por el bien común.
Sólo dos obras que yo
haya visto han sorteado con inteligencia este punto, en mi opinión. La primera,
Abierto hasta el amanecer (sí, son vampiros, pero para el caso es lo mismo),
donde
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Sexmachine es mordido
y oculta a sus compañeros el mordisco para evitar ser sacrificado, dando lugar
a uno de los momentos más icónicos e hilarantes del fin.
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Y la campaña de
Warcraft 3, donde
ALERTASPOILERALERTASPOILERALERTASPOILER
Arthas se ve obligado
a matar a los aldeanos antes de que se conviertan, y en este caso somos
nosotros los que tenemos que tomar la decisión y no los personajes de una
película, dando lugar a un cierto grado de culpa.
FINDELESPOILERFINDELSPOILERFINDELSPOILER
Si otros videojuegos
o filmes o libros han abordado también de una manera inteligente este recurso,
no duden en informarme en los comentarios.
Si digo todo esto es
para remarcar que, por una vez, el destino de esa persona mordida nos importa y
empatizamos a tal nivel con ella y con su padre que entendemos la duda, entendemos
lo protector que es y entendemos cada acto que realiza.
El Suarse
Ya puestos vamos a
hablar de cómo lo hace el Suarse, muy brevemente.
Lo hace francamente
bien. Sabe transmitir dulzura y un punto muy tierno, también sabe parecer una
roca por fuera y sabe quebrarse. Y por supuesto sabe ser protector e incluso peligroso
dado el caso. Una actuación, en definitiva, muy por encima de lo que esperaba
de él.
La metáfora
Hace muy poco,
hablando de Candyman y de Freddy Kruegger, comentaba la potencialidad del
género de terror para hablar de temas incómodos y de metáforas. Ahora sí que
vienen spoilers gordos, así que si te interesa la peli, espera a que salga en
tu país, dale una oportunidad y luego vuelves.
No sé qué tal le
habrá sentado al ex gobernador republicano haber participado en una película
que reaviva el debate de la eutanasia, de las enfermedades infectocontagiosas y
de las enfermedades terminales desde una óptica más izquierdista de lo que
estamos acostumbrados en Hollywood. Y lo puede hacer porque es ‘una peli de
zombies”.
En algún momento he
hablado que el bufón tiene un carácter necesario porque ejerce de sistema de
control para el gobierno. Del mismo modo, el cine de terror tiene la bula de la
industria para tratar temas incomodísimos porque lo hace usando metáforas que,
muchas veces, los mismos productores no entienden.
Así como Starship
Troopers es una oda anti-militarista y pro-pacifista disfrazada de ensalada de
tiros (otra cosa es que lo haga bien, pero el mensaje está ahí), Maggie es una
oda a la elección del propio final, abre el debate sobre la libertad personal
sobre la seguridad de la población, indaga en el miedo a la enfermedad y la
muerte, se planta delante de ti mostrando el inevitable final de la vida y le
da tiempo para darnos escenas de zombies.
El proceso de
zombificación es usado aquí como una suerte de SIDA o de ébola con un toque de
Alzheimer. Es una enfermedad mortal y peligrosa, sin cura, que se contagia con
cierta facilidad y sus afectados dejarán de ser ellos mismos al final del proceso.
La gente alaba la
Amor de Haneke por poner sobre la mesa los aspectos más sucios del Alzheimer.
No pongo Maggie a la
altura de Amor. Primero porque sería una gilipollez y segundo porque no he
visto Amor.
Maggie es, digamos,
la versión adaptada a un público más general de los conceptos de Amor, pero
también de conceptos de Philadephia y de Mi vida sin mí.
Con zombies.
La exclusión social
del enfermo, la tolerancia o no de la familia, dónde termina y comienza el
individuo.
También habla de la
adolescencia, de la flor que se trunca cuando se está abriendo, de los enfermos
jóvenes. De las ganas de vivir a pesar de todo y de las ganas de morirse por
culpa de todo. De la necesidad del amor de los otros y el desesperado deseo de
conservación que los alejan de nosotros ante la enfermedad.
Por qué zombies
El que sean zombies
es una excusa que permite la licencia de hablarle de todo esto a un público que
no busca ir a deprimirse con una peli de Haneke, y dar mensajes pro-eutanasia
que en ningún otro filme americano vais a ver.
Porque son zombies.
Se les puede matar.
Si son enfermos de
Alzheimer que han perdido su identidad no. Pero si son zombies sí.
Aquí viene el Gran
Spoiler.
Al final de la
cinta...
Que es el final, que
es el Gran Spoiler, léelo sólo si estás seguro.
Al final de la cinta,
viendo que llega al final su transformación, Maggie opta por el suicidio. En
ese instante, de gran belleza por otra parte gracias a la fotografía,
entendemos que es su última decisión como ser humano antes de perder por
completo su identidad, lo que es ella, y comenzar a olvidar todo aquello que le
hizo ser quien era. Prefiere morir, y no dejarle a su padre esa
responsabilidad, tomando una decisión sobre su propia vida.
(Vale, en Mar Adentro también pasaba, pero Mar Adentro es cine español, no
americano. No está supeditado a una moral protestante restrictiva contra el
suicidio y la eutanasia. Además, Mar Adentro es biográfica, si al final de la
película Bardem recupera la movilidad de las piernas y se va a dar un paseo con
Belén Rueda, pues hubiera sido insultante para la memoria de la persona a
biografiar.
En cambio, ningún estudio norteamericano apoyaría una película donde una
adolescente con cáncer decide suicidarse.)
Ese punto de metáfora
permisiva con los tabús que pertenece al fantástico es el que da al género su
trascendencia. Stoker podía hablar dela liberación de la mujer y de su igualdad
de derechos porque estaba escribiendo una novela gótica; Shelley podía
cuestionarse el papel del ser humano en el plan divino e incluso atacar a Dios
por habernos hechos imperfectos porque estaba creando el género de la Ciencia
Ficción; Matheson pudo darnos su visión personalísima del occidentalo-centrismo
americano y criticarlo de la manera más sangrante posible porque estaba
escribiendo sobre vampiros.
Y Huxley, Wells y
Bradboury, bueno, no tengo que decir más.
Conclusión
Que no te confunda el
Suarse, que no te confundan los zombies. Esta no es una película de zombies, es
una película del amor padre-hija en las peores circunstancias posibles, de la
nostalgia que produce un pasado idílico y de cómo rompe una familia una
enfermedad grave.
Solo que salen
zombies, y eso la hace más genial aún.
Muchos saludos. Y que
os dejen dormir.
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