Hoy me apetece hablar de esta trilogía de películas, en especial en su calidad de adaptación de una obra literaria.
Para escribirlo, me he puesto de fondo el siguiente vídeo y, qué queréis que os diga, me parece que os puede molar mucho leerlo mientras lo escucháis también.
El vídeo en cuestión
Vamos a dejar las cosas claras y concisas desde el minuto uno. A mí las películas me encantan y me parecen una de las mejores adaptaciones a cine de una obra literaria.
Es a lo que he venido, a esgrimir los motivos.
Y digo esgrimir porque más de un/a tolkiendili está ya afilando su hacha de guerra o su mandoble favoritos para despellejarme vivo por lo que acabo de decir, pues los fans más letales del señor de la pipa consideran alta traición algunos de los cambios que el señor gordo hizo a la novela.
Yo los encuentro en muchos casos muy acertados.
Comencemos la polémica.
Por cierto, con spoilers de las películas y las novelas chetados de narices.
Adaptar no es copiar
El lenguaje literario y el fílmico no son el mismo lenguaje. Cuentan con recursos y expresiones distintas.
Este punto, que de tan perogrullo parece, es en realidad una fuente inagotable de discusiones. A la hora de adaptar una historia de un medio a otro, los cambios son necesarios. A veces esos cambios se hacen por razones tan sencillas y lógicas como la falta de presupuesto, otras veces hay motivos estilísticos o narrativos.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que el que adapta tiene también un componente creativo, es creador de una nueva obra basada en algo pre-existente. Es en ese proceso de traducción de un lenguaje a otro en el que aparece la creatividad y la personalidad del adaptador, que se convierte en un creador o co-creador de la nueva obra.
A la hora de valorar El Señor de los Anillos como adaptación, intentaré buscar la lógica a los cambios y ver qué aportan a la nueva obra.
Luego abordaré todo aquello que el lenguaje fílmico aporta a la obra original. Y para ello volveré a las raíces de la novela.
El mundo ha cambiado...
Uno de los cambios más notables con respecto a las novelas es el prólogo (del que no he escuchado aún queja alguna).
Pero ese prólogo condiciona también un acercamiento distinto al primer tercio de la novela, y es ahí donde saltan algunas ampollas.
En El Señor de los Anillos, la novela, los personajes y su mundo se nos presentan de una forma muy gradual con la ventaja de tener El Hobbit detrás. Todo es alegría en el cumpleaños de Bilbo y éste, el muy cabronazo, va y le toma el pelo a todo el Mundo.
A pesar de la inquietud de Gandalf, toda esta parte de la novela es tranquila. Los hobbits tienen el plan de hacer que Frodo se mueva (porque pasan años en la novela desde la fiesta de Bilbo hasta que Frodo se decide a llevarse el Anillo de la Comarca), e incluso en ese momento sólo saben que han quedado con Gandalf en Brie. No es hasta el Concilio de Elrond que la importancia real del Anillo se descubre.
Eso, en el cine, es impensable. Necesitas un gancho, un anzuelo para que el espectador entre rápido. Porque tienes un metraje enorme dividido en tres películas. Algo tiene que atraer al espectador en los primeros minutos, algo que le de consciencia de la magnitud de todo. No puede descubrirlo, como el lector, con el tiempo. Porque además el Hobbit fílmico no existirá hasta mucho después, no existe esa transición entre el pequeño Hobbit que vive varias aventuras hasta el grupo que se enfrenta a la mayor crisis de la Tierra Media
Así, el prólogo cumple sus funciones estupendamente. Nos da un contexto, un gancho y una primera escena de acción.
Porque esa es otra, el espectador al que va dirigida la película no sabe qué es un elfo o un enano ni qué papel juegan en la política de la Tierra Media. Es necesario presentar el back-up de todo, y en ese sentido el prólogo lo hace de forma admirable.
¿Dónde estás, Tom Bombadil?
Eso nos trae una consecuencia directa. Desde el prólogo, el público tiene más información que los personajes, y entiene la magnitud del Poder Anillo y las implicaciones de que llegue a salvo a Brie, primero, y a Rivendel después.
Ya no tenemos la misma emoción. El camino hasta Brie ya no es un camino de aventuras de nuestros aguerridos hobbits sino una carrera contrarreloj contra un enemigo ante el que no pueden hacer nada.
Todas las aventuras que ocurren en la novela entre estos dos puntos no añaden nada a la narración ni a la acción, y quitan la sensación de persecución por una fuerza imbatible que son los Nazgûl. A la película le sienta estupendamente la sensación de angustia, que quedaría diluida por Tom Bombadil y por los túmulos.
Añaden, claro, al transfondo de la Tierra Media, ya que Tom Bombadil es el Protector de la anterior Era. Y la escena en los túmulos guarda en sí mismo una escopeta de Chekhov, esto es, las dagas de los hobbits. Pero cuando analicemos el papel de esas dagas y en mi opinión es mejor que se obvie su origen. Llegaremos a eso luego.
Glorfindel, tú también, hijo mío
Llamar a Tolkien machista por su obra me parece exagerado y descontextualizado. Pero tan pronto digo esto como admito que tampoco es que le haga mucho favor en sus escritos a los derechos de la mujer y a la igualdad (cosa que Bram Stoker sí que hizo desde su perspectiva).
La película soluciona esto en dos momentos específicos. Uno, más adelante, traerá polémica. El otro es este, que ya en su día hizo saltar a los tolkiendilis.
Pero en mi opinión es la solución correcta. ¿Por qué introducir a la audiencia un personaje que luego no tendrá peso en la historia? En su lugar, es más lógico introducir a un personaje que será fundamental para toda una trama secunaria, que puede tomar el mismo rol que Glorfindel y que además de esta forma hace algo de peso (y coño, que ese algo es enfrentarse a los Jinetes Negros), dando un toque menos machista al conjunto.
Lo siento, Glorfindel, pero preferimos a Arwen.
Sutil diferencia
Pero en mi opinión importante. Volvamos a la pistola de Chehkov que dejamos aparcada en la pared al principio del artículo.
En la novela, los hobbits encuentran sus dagas en un túmulo, custodiadas por los espectros allí enterrados. Estas dagas no son armas normales, y aunque Frodo cambie la suya por Dardo, las que portan los otros hobbits es un arma encantada también. Es en particular una de las armas forjadas por los hombres para combatir al Rey Brujo.
Cuando Eowyn se enfrenta al Rey Brujo en la novela, Tolkien intenta que nadie sepa que es ella. Aunque no sé si una falta de verdaderas ganas de engañar o un recorrido por personajes similares posterior me hicieron darme cuenta del paste en el minuto uno. Evidentemente, en la película es que es imposible de ocultar que es Eowyn.
Llega mi escena favorita tanto de la novela como de los libros, la escena en la que el rey Eomer es asesinado por la bestia alada del Rey Brujo y Eowyn primero le rebana el cuello a la bicha para luego ponerse cara a cara con el señor de los Nazgûl.
En ese instante en la novela se nos informa de algo, en la película no tan bien. Y, por raro que parezca en eso le doy más puntos a la película.
Tolkien elige sólo ese instante para decir que se forjó la profecía de que al Rey Brujo no le podía matar la mano del hombre.
En el cine, lo escuchamos de boca del propio Nazgûl. "Ningún hombre puede matarme".
Acaba de arrancarle el escudo a Eowyn con su maza y la fuerza del golpe (y la magia del Nazgûl) le han dejado el brazo inutilizado.
Justo después, Merryn clava su espada en el hueco poplíteo del Rey Brujo y éste se postra de rodillas. Eowyn descubre su verdadero rostro y atraviesa el rostro del Nazgûl con su espada, acabando para siempre con el Espectro negro.
Entonces llega el análisis fino, el "le estás buscando tres pies al gato" (y puede que sea verdad) que hace que me guste más la forma de plantearlo en el cine.
En la novela, vemos que esas dagas están forjadas siguiedo complejos conjuros de ¡magia! expresamente para tocarle el cojón al Rey Brujo. Entonces, es esa puñalada en la rodilla la que lo debilita, pues los hechizos contenidos en la daga le hieren más que el hierro. Eowyn descubre que es una mujer y lo mata. La profecía se cumple.
"Pos igual que en la película."
Nope. En la película, la herida de la rodilla simplemente le pilla de improviso (a cualquiera le pillaría bajo de defensas un ataque por detrás como ese), abre la defensa del Rey Brujo y eso permite que Eowyn lo asesine al grito de "Yo no soy un hombre". La profecía queda implícita, pero no explícita. La magia de la daga no es nombrada, es la fuerza y el tesón de una Eowyn herida lo que consigue vencer al espectro.
Eso cambia el punto de vista de Eowyn. En el primer caso, es un mero instrumento. La profecía se cumplirá, y es en ese instante en el que todos los elementos están dispuestos para que se cumpla: la daga que proviene del túmulo y la mano de alguien que no es un hombre, confluyendo en un instante preciso.
Que no deja de ser épico, como todas las profecías (lástima que nos enteremos de su existencia como profecía cinco mintos antes de cumplirse).
En el segundo, es el agente productor, y la declaración del Rey Brujo queda casi como una "machada" que deja de tener sentido cuando Eowyn le hace casi literalmente comerse sus palabras de un espadazo bien dao.
"Yo no soy un hombre".
Ni falta que hace. Es una mujer libre que decide ir a la guerra porque tiene los ovarios mejor puestos de lo que llevan los cojones la mayoría de los hombres que la rodean; no una herramienta que decide ir a la guerra porque debe estar en el lugar preciso en el momento preciso.
Gimli, el Payaso
Yo siempre he ido con los orcos. Desde que tengo uso de razón, lo mío han sido los PielezVerdez. En Warhammer, en Warcraft e incluso en ESDLA, mi bando ha sido el de estos salvajes incomprendidos, brutales saqueadores.
Pero si he de escoger por narices una de las razas del (digamos) bien, yo voy con los enanos. Barbudos, bajitos y amantes de la tecnología y la cerveza.
El paralelismo estaba claro.
Por eso me molesta como al que más la continua caída de Gimli en la bufonería desde aproximadamente el principio de las Dos Torres (que no aparecía en la novela).
La razón, de todas formas, no es difícil de entender. En el comienzo de la historia, el papel cómico lo llevan Merry y sobre todo Pippin. Pero son los personajes que más tienen que evolucionar durante el relato. El secuestro por los Uruk-Hai, el encuentro con Bárbol y sus respectivos papeles en la guerra en el bando de Rohan y de Gondor van a hacerles madurar.
Tanto es así que Pippin pasa de ser un idiota reprendido por Gandalf a intercambiar con éste uno de los diálogos más profundos de la cinta, cuando creen que todo está perdido en Minas Tirith y van a morir.
Pero una película con sentimientos dramáticos y momentos de épica necesita un alivio cómico. Cuando el dúo Merry Pippin no puede darlo, los únicos en condiciones de tomar el relevo son Legolas y Gimli, que ejercen de Payaso Listo y Payaso Tonto.
Lógico, pero no por ello menos desagradable y menos exagerado.
La regeneración de la Comarca
De nuevo una cuestión de lenguaje. Esta parte, para mí, no es que fuera suprimida por tiempo (que también), sino porque no aporta una información tan importante en el cine como en el libro.
En la novela original, las escenas póstumas de la Comarca son importantes para entender la progresión de los héroes, que pasan de ser pobres hobbits asustados a valerosos guerreros capaces ellos sólos de enfrentarse a un enemigo que, al principio de la historia, era insalvable.
Sirve de moraleja para cerrar el círculo.
Pero en el cine el espectador sigue un carril de emociones más rápido. Después de ver a los hobbits enfrentados a un ejército de orcos de Mordor con olifantes, verles zurrándole a unos bandidos de tres al cuerto... es anticlimático. Por no hablar de que el Retorno del Rey peca ya de demasiados finales encadenados.
En su lugar, imágenes de la alegría que habían perdido los héroes, teñida de cierta melancolía y de pérdida, reflejan perfectamente las emociones al final de la trilogía.
El Anillo de los Nibelungos
Para cambiar de tercio
No es alto secreto que la obra de Wagner y la de Tolkien comparten bases argumentales y lugares comunes.
Ahora mismo no estoy seguro de si fue Wagner quien inventó o simplemente mejoró el concepto de leit motiv, pero lo que es cierto es que es algo básico para entender ya no sólo su obra sino todo lo que ese concepto ha dado para el arte audiovisual.
Un leit motiv es una melodía asociada a un hecho, objeto o personaje, de forma que siempre que ese objeto, hecho o personaje aparezcan en la obra, el leit motiv comenzará a sonar. Por ejemplo La Cabalgata de las Walkirias (tan usada en el cine). De la mezcla de varios leit motivs se producirán distintas emociones encontradas que subrayarán las situaciones de la obra.
Howard Shore ganó dos oscars y el reconocimiento gracias a la banda sonora de ESDLA, y no es para menos. Posiblemente una de las películas de los últimos 20 años que mejor usa el leit motiv como lo usara en su momento Wagner.
Esta dimensión sonora, la música asociada desde ese momento y para siempre a los temas de la novela, ya merece por sí sola aceptar que la adaptación de Jackson es una buena adaptación. ¿Acaso puede alguien entender la Comarca sin las alegres notas, Rohan sin su melancolía, Mordor sin el estruendo ominoso o Gollum y el Anillo sin ese bisbeo insidioso?
Esos que todos, todos, habéis imaginado simplemente leyendo mis palabras.
Fuertes son los árboles, mi señor, profundas sus raíces
Una adaptación ha de tener un punto de creación. El producto de la adaptación no puede ser una copia exacta del original, sino que tiene que haber pasado por un proceso creativo del adaptador, que dé su espíritu a la obra.
Posiblemente el mayor esfuerzo de Peter Jason en el terreno reativo es el bando del Mal.
Dejemos las cosas claras, todo el universo de Rohan, Gondor y la Comarca están recreados con un amor al detalle impresionantes, la arquitectura elfa y enana son realmente diferentes y fácilmente reconocibles, así como las armaduras y ropajes de los distintos pueblos de la Tierra Media.
Pero donde Tolkien había pasado más de puntillas era en los secundarios que animan el ejército de Isengard y Mordor. Son los villanos, y como obra clásica, forman una masa homogénea.
Pero Jackson se deja de ir aquí y nos da algunos de los secundarios más memorables, desde el líder de los Uruk-Hai hasta el general amorfo que comanda las tropas de Mordor a los pies de Minas Tirith.
Los pocos que están bien descritos en la obra de Tolkien aparecen allí, como el repulsivo orco que quiere comerse a Pippin y Merry (repulsivo en el mejor de los términos, recuerden ustedes que yo voy con los PielezVerdez). Pero es que la pantalla se llena de orcos que, sin necesidad de grandes líneas de diálogo, quedan en la memoria, como el jinete de huargos o el portador de la antorcha olímpica.
En conclusión
La Tierra Media tiene hoy el rostro que tiene y suena hoy con la sinfonía que suena gracias a Peter Jackson.
Sí, la película no es perfecta, hay algunos momentos que sobran y lo de Gimli no tiene perdón de Eru.
Pero hace lo que se creía imposible. No sólo adapta la obra cumbre de la literatura fantástica con un nivel de cuidado y mimo impresionants, captando su esencia y dándole nueva vida a través de la luz y el sonido; sino que también sirvió para poner la fantasía en boca de todos.
Ahora cualquiera sabe lo que es un orco o un elfo, todos entienden lo que es un hobbit. Siguen hoy, quince años después, saliendo chistes en internet del tipo "Al alba del tercer día, mira al Este" o "¿Qué ven tus ojos de elfo?"
Entre el éxito de Jackson y el éxito que está teniendo Marvel, la gente en general se ha dado cuenta de una cosa. No es que seamos frikis porque, oh, somos antisociales. Somos frikis porque las cosas que nos gustan MOLAN MUCHO.
Fue un hito en el cine y en la fantasía, y aunque no es la película perfecta ni la aaptación perfecta, dudo que nadie pudiera haberla hecho mejor.
Ni siquiera el propio Jackson.
Véase El Hobbit...
Me despido ya de vosotros.
No os diré no lloréis, pues no todas las lágrimas son amargas, sino que os dejen dormir.
Ventana de un escritor español en el extranjero, para todo lo que tiene que decir, para todo lo que tiene que escribir.
lunes, 29 de junio de 2015
lunes, 22 de junio de 2015
La Princesa Hamburguesa (4)
Si te has perdido las anteriores entregas de este relato, aquí van unos enlaces que estarían patrocinados si tuviera patrocinadores.
Pero vamos, vosotros comprad mucho, que para eso vivimos en el capitalismo.
La Princesa Hamburguesa (1), donde conocemos el porqué de su mote
La Princesa Hamburguesa (2), sobre revistas y el manifiesto Dogma
La Princesa Hamburguesa (3), sobre sus notas al acabar la Escuela
"¿Qué es eso de la Universidad?" preguntó la madre de la Princesa Hamburguesa, la Reina Astra.
El padre de la Princesa Hamburguesa, el Rey Bueno, daba vueltas a la habitación con las manos en la espalda, mientras la Reina Astra bordaba en una esquina cerca de la chimenea.
Él era bajito, con tripa oronda y grandes bigotes blancos. No se había quitado la corona desde que fuera nombrado Rey, al acabar con el Dragón de Escamas Parcialmente Desprendidas que custodiaba a la por aquel entonces Princesa Astra (y por lo tanto desposarla en real matrimonio a pesar de que él en realidad era un herrero); como el Reino no pasaba en los mejores momentos económicos y la corona sólo estaba parcialmente bañada en plata, el empeño de llevarla hasta para ducharse había dado como consecuencia un círculo de óxido en la calva del monarca.
Ella era alta y esbelta, con los cabellos oscuros, y aunque ella también portaba su corona en todo momento (incluso antes de ser rescatada del Dragón), no había tenido los mismos efectos cutáneos que en su marido. Unos decían que era porque la suya era de oro de verdad, pero las malas lenguas decían que aquella corona era en realidad parte del cráneo de la Reina Astra, aberración genética fruto posiblemente de un Caballero Draconiano de la Orden de los Escamas Doradas que, según cuentan las cotillas en los soportales y el número de julio de Vanity Fairy, habría tenido más que palabras con la bisabuela de la Reina Astra.
El Rey Bueno habría usado ese rumor para justificar el carácter incendiario y explosivo de su hija si se hubiera atrevido a sacar el tema.
"Pues la Universidad es, al parecer, un sitio para aprender a pensar" explicó.
"¿Qué tontería es esa de aprender a pensar? Pensar se piensa, y punto."
"Pues al parecer no, al parecer se puede aprender a pensar y, según tu hija, es necesario."
"A mí nunca me ha hecho falta aprender a pensar" dijo la Reina Astra muy convencida.
"¡A mí tampoco!" soltó muy orgulloso el Rey Bueno. "En toda mi vida he tenido apenas dos pensamientos enteros, y mírame, soy el Rey".
"Eso de pensar está sobrevalorado. No sirve para absolutamente nada" continuó la Reina Astra.
"¿Acaso se puede matar a un Ogro pensando? ¿O se puede escalar una torre? ¿O acabar con un Dragón?"
"Bueno, en términos estrictos para matar a un Ogro hace falta no poca estrategia militar dada su superioridad física, es bueno reflexionar antes de asaltar una torre que escalar y Edipo venció a la terrible Esfinge sólo con su ingenio" respondió ella sin levantar la vista de su bordado.
"Eso me suena a pensar más de la cuenta" dijo el Rey Bueno mientras fruncía las cejas con suspicacia.
"Nada más lejos de mi intención, esposo mío. Por lo que a mí respecta, no hay ninguna necesidad de ir a ningún sitio para aprender a pensar."
"Entonces estamos de acuerdo. Voy a prohibir a tu hija ir a esa Universidad."
"Vamos."
"¿Decías, esposa mía?"
"Decía que vamos a prohibirle ir a la Universidad tú y yo, esposo mío."
"Eso he dicho."
El problema era que la Princesa Hamburguesa ya no estaba en sus aposentos cuando el Rey Bueno fue a prohibirle ir a la Universidad.
Pero vamos, vosotros comprad mucho, que para eso vivimos en el capitalismo.
La Princesa Hamburguesa (1), donde conocemos el porqué de su mote
La Princesa Hamburguesa (2), sobre revistas y el manifiesto Dogma
La Princesa Hamburguesa (3), sobre sus notas al acabar la Escuela
"¿Qué es eso de la Universidad?" preguntó la madre de la Princesa Hamburguesa, la Reina Astra.
El padre de la Princesa Hamburguesa, el Rey Bueno, daba vueltas a la habitación con las manos en la espalda, mientras la Reina Astra bordaba en una esquina cerca de la chimenea.
Él era bajito, con tripa oronda y grandes bigotes blancos. No se había quitado la corona desde que fuera nombrado Rey, al acabar con el Dragón de Escamas Parcialmente Desprendidas que custodiaba a la por aquel entonces Princesa Astra (y por lo tanto desposarla en real matrimonio a pesar de que él en realidad era un herrero); como el Reino no pasaba en los mejores momentos económicos y la corona sólo estaba parcialmente bañada en plata, el empeño de llevarla hasta para ducharse había dado como consecuencia un círculo de óxido en la calva del monarca.
Ella era alta y esbelta, con los cabellos oscuros, y aunque ella también portaba su corona en todo momento (incluso antes de ser rescatada del Dragón), no había tenido los mismos efectos cutáneos que en su marido. Unos decían que era porque la suya era de oro de verdad, pero las malas lenguas decían que aquella corona era en realidad parte del cráneo de la Reina Astra, aberración genética fruto posiblemente de un Caballero Draconiano de la Orden de los Escamas Doradas que, según cuentan las cotillas en los soportales y el número de julio de Vanity Fairy, habría tenido más que palabras con la bisabuela de la Reina Astra.
El Rey Bueno habría usado ese rumor para justificar el carácter incendiario y explosivo de su hija si se hubiera atrevido a sacar el tema.
"Pues la Universidad es, al parecer, un sitio para aprender a pensar" explicó.
"¿Qué tontería es esa de aprender a pensar? Pensar se piensa, y punto."
"Pues al parecer no, al parecer se puede aprender a pensar y, según tu hija, es necesario."
"A mí nunca me ha hecho falta aprender a pensar" dijo la Reina Astra muy convencida.
"¡A mí tampoco!" soltó muy orgulloso el Rey Bueno. "En toda mi vida he tenido apenas dos pensamientos enteros, y mírame, soy el Rey".
"Eso de pensar está sobrevalorado. No sirve para absolutamente nada" continuó la Reina Astra.
"¿Acaso se puede matar a un Ogro pensando? ¿O se puede escalar una torre? ¿O acabar con un Dragón?"
"Bueno, en términos estrictos para matar a un Ogro hace falta no poca estrategia militar dada su superioridad física, es bueno reflexionar antes de asaltar una torre que escalar y Edipo venció a la terrible Esfinge sólo con su ingenio" respondió ella sin levantar la vista de su bordado.
"Eso me suena a pensar más de la cuenta" dijo el Rey Bueno mientras fruncía las cejas con suspicacia.
"Nada más lejos de mi intención, esposo mío. Por lo que a mí respecta, no hay ninguna necesidad de ir a ningún sitio para aprender a pensar."
"Entonces estamos de acuerdo. Voy a prohibir a tu hija ir a esa Universidad."
"Vamos."
"¿Decías, esposa mía?"
"Decía que vamos a prohibirle ir a la Universidad tú y yo, esposo mío."
"Eso he dicho."
El problema era que la Princesa Hamburguesa ya no estaba en sus aposentos cuando el Rey Bueno fue a prohibirle ir a la Universidad.
domingo, 14 de junio de 2015
Independentismo
Aunque ya abordé
parcialmente el tema en mi artículo sobre los idiomas, que encontrará el
interesado linkado, viendo lo ocurrido en las últimas semanas y que hace tiempo
que quería difundir mi opinión sobre el tema, vamos a hablar de la
independencia de Cataluña (por la mera vanidad de difundir mi opinión, pero
vamos, que si no tuviera vanidad por difundir lo que pienso no me hubiera hecho
un blog).
Es un tema
complicado como pocos, con muchas interpretaciones posibles de entre las cuales
muchas han sido usadas por motivos políticos hasta llenarlas de mierda y
provocar un clima de descontento y mala hostia en cuanto a la cuestión que no
ayuda a nadie.
Preliminares
Lo primero que
quiero decir, y quizás lo más importante, es que creo firmemente en el derecho
de cualquier pueblo a su autodeterminación e independencia, cultural y
política, pues forma parte por un lado de la libertad individual el sentirse o
no parte de una región, y segundo porque las naciones son artificios de origen
más o menos histórico que son tan susceptibles al cambio como sus habitantes.
De esto se extrae
el segundo punto, que sólo el pueblo catalán tiene voz y voto en cuanto a lo
que es su devenir, porque es su devenir y no el del resto el que están
decidiendo. Y esa decisión, en mi opinión, debe respetarse.
Por eso, me
pronuncio muy poco (y a veces de formas voluntariamente equívocas, por
fastidiar) sobre esta cuestión. Pero harto del equívoco he decidido abrir la
boca y soltar todo lo que pienso del tema.
A partir de aquí
queda claro que todo lo que diga es una opinión personal que nadie me ha pedido
pero que tengo. Si alguien quiere dejar de leer aquí, pues ya sabe dónde está el
aspa de cerrar la ventanita.
Un poco de historia personal
Hace más de un
año decidí coger las maletas y buscarme la vida fuera. Ahora mismo, para mí,
España es el pasado, Alsacia es el presente y el futuro es una neblina. Puede
que España vuelva a estar en mi camino en el futuro, puede que no, pero por
ahora mi estatus ha cambiado de español a extranjero.
Extranjero aquí
en Alsacia, extranjero en mi tierra cuando vuelvo.
Por eso, quizás,
mi punto de vista ahora mismo sea distinto al que era antes, porque mi
perspectiva es distinta. Abordo el problema desde el observador no implicado,
pues ahora mismo el que Cataluña sea o no sea independiente de una España a la
que ya no sé si pertenezco yo mismo, pues no me roba el sueño.
Historia, economía y piruletas
En cuanto a las
razones históricas y emocionales que les llevan a pedir la independencia, creo
que ya me he pronunciado. El devenir de Cataluña ha sido tanto o más agitado
que el resto de la Península, y como el resto de la Península, ha sufrido una
serie de embates ideológicos y culturales particularmente convulsos este último
siglo. Por lo tanto, un catalán que no se sienta español no es que sea una
rareza, como tampoco lo es uno que se sienta español. Dependerá y mucho de sus
experiencias vitales, sus historias propias y familiares y (desgraciadamente)
del mensaje político que ha recibido. Esto último lo detallaré más abajo. La
cuestión es que respeto y mucho ese sentimiento regional de pertenecer a un
pueblo con costumbres, lengua y literatura propias.
Se han aducido
motivos económicos para la independencia de Cataluña, que si es mejor para
Cataluña y peor para España, que si quieren salir de Europa, que si no quieren,
que si les beneficia, que si no. Tengo la sensación de que si Cataluña se
independiza, ha de pasar por un acuerdo con el gobierno central para que no
veten su entrada en Europa, porque lo que no creo que es beneficioso en el
clima de crisis que hay ahora es ponerse a tontear con una nueva moneda que
introducir en el mercado internacional ni jugar a la depreciación como en
Turquía. Pero a lo mejor me equivoco, oigan, que yo de economía no tengo ni
repajolera idea. Es una sensación de neófito.
Lo que es yo, si
yo fuera catalán no estaría a favor de la independencia de Cataluña. Pero no
por motivos históricos ni por politiqueo (que no vean ustedes lo que se han
aprovechado la izquierda y la derecha de su(s) país(es) para jugar a
Independista Bueno Independentista Malo, pero ya adelanto otra vez cosas).
Estaría en contra como lo estoy de una independencia andaluza o de que España
se salga de la Unión Europea.
Sueños húmedos con Europa
Porque mi
esperanza (utópica) es que esta Europa de Mierda que tenemos actualmente se dé
cuenta de una puñetera vez que seguir jugando a los intereses ombliguistas de
los “estados miembros” (así llamados porque están todo el día viendo quién
tiene el miembro más grande, y va ganando la Merkel) y dirigirse al fin a una
Europa Federal donde cada antiguo país aporte su cultura y su lengua y sus
cosas buenas en vez de intentar rapiñar del fondo europeo como buitres.
Vamos, una
utopía.
En ese escenario
mágico ilusorio, que un estado federal se llame España y exista (o no) otro
llamado Catalunya no tiene la mayor importancia, somos todos europeos y
compartimos objetivos, intereses y también problemas. Nos dividimos por
regiones con fines administrativos y de identidad cultural, pues cojonudo,
seguro que Alsacia se vuelve un estado federal independiente.
Pero aunque las
utopías son etimológicamente descorazonadoras, mi espíritu es el espíritu de un
europeo, por lo tanto una Cataluña independiente o no, no parece tan
importante. Yo pienso en la dirección contraria, en que los españoles pierdan
un poco su ombliguismo en favor de Europa (y los franceses, y los alemanes...)
Políticos, esos pequeños hijos de p...
Por otro lado
está la sucia y desagradable utilización política de este sentimiento, en todo
respetable, como arma arrojadiza entre partidos e instituciones que nos ha
traído más problemas de los que teníamos antes.
Gracias.
Que la derecha
sea anti-independentista y la izquierda pro-independentista (en España,
recordemos que en Cataluña hay independentistas de ambos lados) es tan
artificial y vacío como todo el trasfondo ideo(i)lógico de (n/v)uestro país.
Me la suda y
mucho ya a estas alturas de mi vida si un señor con traje en un podio dice una
cosa y su opuesto otra, porque lo que dice cada uno es mentira. Son los dos lo
mismo, puñeteros ladrones y sanguijuelas que han succionado el dinero del
pueblo a manos llenas. Los dos. Sin distinción. Que se han demostrado igual de
inútiles e incapaces para detener la crisis económica y para reflotar al país,
que en ninguno de los dos casos fomenta los pilares de la educación y la
sanidad que deberían ser la base del bienestar social, ni del desarrollo
tecnológico y científico, que en un mundo donde la fuente agrícola y turística
ya no son ni volverán a ser el centro de nuestra economía, son la única
esperanza para que tengamos un lugar en el mundo.
Porque la idea
maravillosa de reflotar la economía al rico ladrillo nos sigue saliendo cara. Y
es la única idea para reforzar la economía en cuatro legislaturas, doce años,
que se dice pronto.
Pero qué ocurre,
que como no tienen programa ni capacidades ni siquiera carisma, siguen
discutiendo los mismos temas sociales que hace veinte años que deberían estar resueltos,
reforzando de manera artificial los sentimientos anti-derecha y anti-izquierda para
que el votante medio no se le ocurra votar a la otra opción.
El resultado,
claro, ha sido el nuevo alineamiento político en cuatro ejes cual partida de
rol. En España no tenemos Bueno-Malo Legal-Caótico sino Derecha-Izquierda
Casta-Alternativa. Si hacen un eje de coordenadas con esos dos opuestos,
obtendrán los cuatro partidos que se están disputando ahora el poder.
Uy, ya me
distraigo.
“Dame un nombre, Bastian” “Marciana Hirsuta de
Todos Los Dolores” “Hijolagranputa...”
Es tan sucio el
juego de los políticos que una cuestión tan tontorrona y tan poco discutible
como es el NOMBRE de una región ha sido y es un tema de debate. Muchos habrán
afilado los comentarios porque en el texto sólo he usado una vez la palabra
Catalunya (o porque la he usado una vez). Ha sido a propósito para llegar a
este punto.
Yo me presento a
la gente como Juanjo. Y no lo saben pronunciar, y muchos se quedan con “Juan” a
secas porque les cuesta la vida.
No me presento
como Jean Joseph porque yo no me llamo Jean Joseph, me llamo Juanjo.
Cuando le
pregunto a alguien cómo llegar a Basilea, pregunto por Bâle, y para volver a
Estrasburgo, pregunto por Strasbourg.
Porque hablan
francés.
Pero si hablo de
mi experiencia aquí con mis colegas en España, les hablo de Estrasburgo y de
Basilea.
Ahora, si hablo
de uno de mis compañeros franceses, hablo de Guillaume, no de Guillermo.
Lógico, ¿no?
Pues ¿por qué
complicarlo? Si pregunto a alguien en español por Gerona o por Girona, ¿acaso
hay algún problema? Son la misma ciudad pero en dos idiomas distintos. Si estoy
escribiendo este artículo en español, escribiré Cataluña, excepto cuando por
alguna razón lógica lo escriba en catalán.
Por supuesto, si
hablo con un catalán, escogeré de preferencia la palabra catalana, igual que
cuando hablo con un francés en español (no se ha dado mucho el caso) intento
usar las palabras de regiones en francés.
Y en ningún caso
usar un nombre de región en catalán o en español estará reflejando mi
ideología. O en francés, ya puestos.
Evidente y
lógico, si alguien se llama Jordi, se llama Jordi y no Jorge. Nuestro nombre es
nuestra identidad, e intentar traducir el nombre de otra persona a nuestro
idioma, aunque pueda facilitarnos las cosas, es una falta de respeto por su
identidad.
En definitiva,
puedo aplicar las mismas reglas de cortesía, respeto y búsqueda de
entendimiento que uso aquí en Francia y en francés con respecto al catalán y en
Cataluña.
¿No?
Pues no, porque
en el clima en el que estamos parece que el escoger una palabra u otra, siendo
las dos igualmente aceptables y lógicas, parece posicionarte no ya sólo en
cuanto al tema de la independencia (cosa ya estúpida de por sí) sino incluso en
derecha o izquierda.
W T F
Entonces,
¿también define mi orientación política el cómo pido la carne o si prefiero
Burger King o McDonand’s?
Y un cojón. Unos
y otros, por igual y con igual culpa, han usado estos temas para enfrentar a la
opinión pública de forma artificial para defender su ausencia de ideas, de
programa y de vergüenza.
Fúrgol
Un último tema
antes de las conclusiones, que ya va tocando cerrar este artículo. El fútbol.
Respeto que a la
gente le guste el fútbol, claro. Pero no respeto el circo, la imbecilidad, la
hipocresía y el dinero malgastado en él. No, eso no es respetable ni
defendible.
Saco a colación
un hecho que, excepto mis queridos petro-arizonianos (si no sabes quiénes son
los petro-arizonianos, deberías seguir más a menudo mi blog), todos habréis
oído hablar. La pitada del himno.
Vamos a hacer un
ejercicio de imaginación. Supongamos que Cataluña se ha instituido país pero,
por razones históricas y económicas y otras sus equipos siguen formando parte
de la liga y las copas españolas (que podría ser una Liga Peninsular y aceptar
a Andorra y Portugal, eso no sería ilógico).
Si en ese
escenario se hubiera producido una pitada del himno, en ese caso, habría sido
un acto de falta de respeto por el país vecino de lo más desagradable y alejada
del fair play y del espíritu del deporte. Habría sido como pitar el himno
francés o el alemán.
¿Qué habría hecho
o dicho el gobierno alemán si la afición española o catalana, cualquiera de las
dos, hubiera pitado su himno durante un Mundial de fútbol? Imaginaos la que se
hubiera liado en términos de política internacional.
Lo que quiero
decir con esto es que, si bien todos tenemos libertad de expresión, también
tenemos deber de respeto por los otros. No censuro el hecho como forma de
expresión libre, censuro el hecho porque con él se le está faltando al respeto
a la identidad nacional de un pueblo entero (esté o no esté en contra de la
independencia de Cataluña).
Tan malo es como
si los españoles pitaran el himno catalán. La quema de banderas españolas o
catalanas, por unos u otros.
¿Tiene que ver
con la libertad de expresión? Sí y no. Digamos que entra de lleno en el terreno
de la falta de respeto, como insultar a alguien por su raza o su religión. Es
libertad de expresión pero no puedo jamás apoyar una expresión tal de falta de
respeto.
Importándome un
culo el fútbol y si el Barcelona juega o no la copa del
dirigente-no-escogido-democráticamente.
Ya colgué mucho
sobre la falta de respeto y la libertad de expresión a propósito de la tragedia
de Charlie Hebdo en este artículo, así que no me explayo más.
Benditas conclusiones de un artículo largo cual
día sin pan
La conclusión es
sencilla.
Deberíamos
relajarnos de una jodida vez con este tema. Si los catalanes no se sienten
españoles y creen que estarían mejor económicamente si fueran independientes,
es su derecho escoger pertenecer o no a España.
Posiblemente, en
mi opinión, en realidad no les interese tanto ni económica ni socialmente, pero
ese punto se lo dejo a quien sepa del tema, que como ya digo, la economía y yo
no somos amigos.
Y de todos modos,
sea como sea, lo que es necesario y fundamental es el respeto a las distintas
identidades y realidades, por unos y por otros, y no dejarse comer la cabeza
por políticos que, creedme, no quieren nada bueno para vosotros. En serio.
Nunca. Si no, no harían política, escribirían blogs que nadie lee con artículos
demasiado largos y sin imágenes.
Pensad por
vosotros mismos y abandonad el odio, que no va a conducir a nada bueno.
Un saludo a
todos, y que os dejen dormir.
viernes, 12 de junio de 2015
Maggie
No sé si os habéis
dado cuenta, pero salvo a mis amistosos petro-arizonianos (juego interactivo, busque
en el blog la referencia, cinco minipuntos para el que la encuentre) creo que a
nadie se le escapa que el género zombie está como de moda.
Un poco.
Mucho.
Hasta en la sopa.
Os voy a hacer una
confesión que, como autor y lector del género de horror que soy, es un poco vergonzante.
No me apasionan los
zombies.
Por eso aún no he
atacado los libros de Alfonso Zamora, Javier Cosnava, Carlos Sisí o Alejandro
Castroguer.
No os lo toméis a
mal, chicos, sé que os leeré, tengo un montón de ganas, pero es que no es mi
género.
Y os leeré porque sé
que no lo tratáis como la mayoría.
Además he de añadir
que, redoble de tambores de la vergüenza, he participado en la antología de
Tusitala “Carne Nueva” y en el segundo librojuego de la saga Infectados,
Revelación (muy pronto en las librerías).
En el primer caso,
bueno, era fácil. Uno de los requisitos era no haber escrito nada de zombies
antes y, como es que no me apasionan, nunca me había lanzado a por ese género.
Es más, los que hayan
podido leer mi relato en Carne Nueva, La fractura, verán que escojo tanto un
punto de vista como un tipo de zombie poco común en la literatura del género
actual. Y si no, no os preocupéis, este blog tiene una app que localiza
vuestras cuentas bancarias y os ha comprado la antología automáticamente. De hecho,
ya está llegando a vuestra casa.
Creedme, lo vais a
agradecer.
En cuanto al
librojuego, pues tendréis que jugarlo pero vamos, una vez dicho todo esto
podréis entender que mis partes son reconocibles por su, digamos, heterodoxia.
Eso me parece.
Ya el señor Fernando
Lafuente me corregirá si me equivoco.
Mi reticencia al
género zombie se puede extrapolar de todo lo que ya he dicho. Pero por resumir,
me parece un género que en muchos casos desaprovecha sus capacidades para
centrarse en la masacre sin sentido o la angustia del superviviente; que si
bien molan, ya estaban presentes en la veterana Noche de Romero y se ha
repetido demasiado su esquema.
Por eso hoy vengo a
hablaros de Maggie.
Maggie, la primera idea
Soy un cinéfilo, es
más, soy un cinéfago, y además soy asmático leve ocasional. Eso último no tiene
nada que ver con el tema, pero ya puestos a confesarse, mejor decirlo todo.
Sigo tres o cuatro
páginas de cine entre cine digamos friki y cine independiente. El cine
comercial se publicita solo, a ése no hay que seguirle la pista.
En mi friki-radar,
hace ya unos años, apareció algo muy interesante. Un proyecto de cine de
zombies en el que nos centrábamos no en el superviviente, sino en la persona
que es mordida y cómo vivencia su transformación. Inmediatamente me llamó la atención porque al
fin el cine tomaba el potencial del zombie con otros ojos distintos, con otra
perspectiva.
La literatura lo ha
hecho. Hay una novelilla de zombies de lo más surrealista que se llama “La
Sonrisa de los Muertos”. La tengo reseñada en el Cementerio de los Blogs Que Ya
No Actualizo, si hay interés la recupero. Y sé de buena tinta que los señores
citados más arriba no han sido citados por casualidad.
Pero el cine había
dado pocas muestras de originalidad (fuera de meterles anfetaminas en la que
considero una de las películas más interesantes del género, a pesar de sus
detractores).
El desastre
Ahí estaba el guion
de Maggie, buscando financiación y nunca muy lejos de mi radar, cuando ocurrió
con algo que la lanzó bien lejos de mis intereses, a la papelera donde
descansan las Transphormers y las The Fast & the Furious.
El” Suarse” se
interesó por ella.
Yo me llevé las manos
a la cabeza, grité como un loco, di vueltas sobre mí mismo... bueno, vale, más
bien exclamé un psché por lo bajini y me olvidé de la peli.
Hay que entenderlo,
he visto muchas pelis del Suarse. Algunas están entre mis favoritas y otras
entre mis placeres culpables (bendita Eraser y tu escena del Suarse disparando
con dos rifles magnéticos con miras telescópicas a rayos X, tú me hiciste un
jombre).
Sabía qué iba a
pasar. Un proyecto intimista, cercano, doloroso, triste e incómodo, original
como pocos, se convertiría en un festival del Old-Terminator lanzando yoyas de
todos los colores contra hordas de zombies y humanos en plan padre coraje con
esteroides.
Vamos, algo que me
daba una pereza impresionante.
Afortunadamente me
equivocaba.
La película
No voy a centrarme
mucho en el argumento, que además ya he comentado antes, por riesgo a cometer
spoilers.
Con la premisa que
hemos hablado, nos encontramos con una rara avis del género zombie, que tiene
el riesgo de ser una incomprendida. Quizás no una obra maestra, pero sí una
joyita que merece mucho la pena y que tiene dos enemigos fundamentales (como
todos los proyectos de esta ralea)
Los amantes de los
zombies y sus detractores.
Los primeros aducirán
que la película es lenta y le falta acción. Posiblemente no conozcan la
historia de su rodaje, ni sus intenciones de película independiente, sino que
hayan mezclado en su cabeza zombies + Suarse y esperan otro tipo de filme.
Los segundos no se
acercarán a ella, por ser de zombies.
Y es una lástima esa
desinformación de los primeros que les va a llevar a las salas con falsas
expectativas y de los segundos que no les van a llevar a las salas. Maggie
merece la pena.
Centrando la mayor
parte de su metraje en el drama humano, en la relación entre un padre y una
hija, y dejando tiempo y espacio para que los sentimientos puedan respirar. La
elección de una granja aislada como escenario es genial, permite unos planos de
una belleza decadente que extrapolan las emociones de los personajes y enmarcan
sus vidas y sus avatares con esa quietud moribunda. Todo en el escenario parece
hablar de una época anterior, más fácil y hermosa, que está muerta y se
resisten a enterrar.
Como un zombie.
Eso no quita que no
aproveche el género para mostrar escenas explícitas, desagradables e
impactantes. Son pocas, están muy bien dosificadas, y como es lógico su
dosificación y la implicación que producen los personajes las hacen
emocionalmente más intensas que todo el gore por gore que solemos ver en el
género.
Que lo mates, coño
Luego hablaré de cómo
la cinta ejerce de metáfora de muchas situaciones de la vida, la enfermedad y
la muerte, y cómo eso le da valor y trascendencia, pero antes quiero hacer un
apunte sobre un hecho particular que creo que refleja los logros de la
película.
Volvamos a Romero (o
a Snyder, tu versión favorita). Estamos encerrados en el supermercado y los
zombies se han quedado detrás de la reja. Uno de los supervivientes tiene un
mordisco.
“Mátalo, mátalo ya,
que lo mates coño, que se va a convertir en quince segundos, mátalo ahora que
es fácil de matar, no seas imbécil.”
Quien no haya pensado
esto mismo en esa situación que salga de la sala por mentiroso. Es un recurso
demasiado típico, ese pobre desgraciado está a punto de convertirse él también
en una amenaza y los supervivientes, estúpidos, dudan si matarlo o no.
Porque a todos nos
interesa un culo la vida de ese desgraciado, nos interesa poco qué era antes
del Apocalipsis y por supuesto no nos interesa lo que tenga que aportar hasta
que se transforme.
No empatizamos con
las reticencias del grupo en cuanto a sacrificarlo por el bien común.
Sólo dos obras que yo
haya visto han sorteado con inteligencia este punto, en mi opinión. La primera,
Abierto hasta el amanecer (sí, son vampiros, pero para el caso es lo mismo),
donde
ALERTASPOILERALERTASPOILERALERTASPOILER
Sexmachine es mordido
y oculta a sus compañeros el mordisco para evitar ser sacrificado, dando lugar
a uno de los momentos más icónicos e hilarantes del fin.
FINDELESPOILERFINDELSPOILERFINDELSPOILER
Y la campaña de
Warcraft 3, donde
ALERTASPOILERALERTASPOILERALERTASPOILER
Arthas se ve obligado
a matar a los aldeanos antes de que se conviertan, y en este caso somos
nosotros los que tenemos que tomar la decisión y no los personajes de una
película, dando lugar a un cierto grado de culpa.
FINDELESPOILERFINDELSPOILERFINDELSPOILER
Si otros videojuegos
o filmes o libros han abordado también de una manera inteligente este recurso,
no duden en informarme en los comentarios.
Si digo todo esto es
para remarcar que, por una vez, el destino de esa persona mordida nos importa y
empatizamos a tal nivel con ella y con su padre que entendemos la duda, entendemos
lo protector que es y entendemos cada acto que realiza.
El Suarse
Ya puestos vamos a
hablar de cómo lo hace el Suarse, muy brevemente.
Lo hace francamente
bien. Sabe transmitir dulzura y un punto muy tierno, también sabe parecer una
roca por fuera y sabe quebrarse. Y por supuesto sabe ser protector e incluso peligroso
dado el caso. Una actuación, en definitiva, muy por encima de lo que esperaba
de él.
La metáfora
Hace muy poco,
hablando de Candyman y de Freddy Kruegger, comentaba la potencialidad del
género de terror para hablar de temas incómodos y de metáforas. Ahora sí que
vienen spoilers gordos, así que si te interesa la peli, espera a que salga en
tu país, dale una oportunidad y luego vuelves.
No sé qué tal le
habrá sentado al ex gobernador republicano haber participado en una película
que reaviva el debate de la eutanasia, de las enfermedades infectocontagiosas y
de las enfermedades terminales desde una óptica más izquierdista de lo que
estamos acostumbrados en Hollywood. Y lo puede hacer porque es ‘una peli de
zombies”.
En algún momento he
hablado que el bufón tiene un carácter necesario porque ejerce de sistema de
control para el gobierno. Del mismo modo, el cine de terror tiene la bula de la
industria para tratar temas incomodísimos porque lo hace usando metáforas que,
muchas veces, los mismos productores no entienden.
Así como Starship
Troopers es una oda anti-militarista y pro-pacifista disfrazada de ensalada de
tiros (otra cosa es que lo haga bien, pero el mensaje está ahí), Maggie es una
oda a la elección del propio final, abre el debate sobre la libertad personal
sobre la seguridad de la población, indaga en el miedo a la enfermedad y la
muerte, se planta delante de ti mostrando el inevitable final de la vida y le
da tiempo para darnos escenas de zombies.
El proceso de
zombificación es usado aquí como una suerte de SIDA o de ébola con un toque de
Alzheimer. Es una enfermedad mortal y peligrosa, sin cura, que se contagia con
cierta facilidad y sus afectados dejarán de ser ellos mismos al final del proceso.
La gente alaba la
Amor de Haneke por poner sobre la mesa los aspectos más sucios del Alzheimer.
No pongo Maggie a la
altura de Amor. Primero porque sería una gilipollez y segundo porque no he
visto Amor.
Maggie es, digamos,
la versión adaptada a un público más general de los conceptos de Amor, pero
también de conceptos de Philadephia y de Mi vida sin mí.
Con zombies.
La exclusión social
del enfermo, la tolerancia o no de la familia, dónde termina y comienza el
individuo.
También habla de la
adolescencia, de la flor que se trunca cuando se está abriendo, de los enfermos
jóvenes. De las ganas de vivir a pesar de todo y de las ganas de morirse por
culpa de todo. De la necesidad del amor de los otros y el desesperado deseo de
conservación que los alejan de nosotros ante la enfermedad.
Por qué zombies
El que sean zombies
es una excusa que permite la licencia de hablarle de todo esto a un público que
no busca ir a deprimirse con una peli de Haneke, y dar mensajes pro-eutanasia
que en ningún otro filme americano vais a ver.
Porque son zombies.
Se les puede matar.
Si son enfermos de
Alzheimer que han perdido su identidad no. Pero si son zombies sí.
Aquí viene el Gran
Spoiler.
Al final de la
cinta...
Que es el final, que
es el Gran Spoiler, léelo sólo si estás seguro.
Al final de la cinta,
viendo que llega al final su transformación, Maggie opta por el suicidio. En
ese instante, de gran belleza por otra parte gracias a la fotografía,
entendemos que es su última decisión como ser humano antes de perder por
completo su identidad, lo que es ella, y comenzar a olvidar todo aquello que le
hizo ser quien era. Prefiere morir, y no dejarle a su padre esa
responsabilidad, tomando una decisión sobre su propia vida.
(Vale, en Mar Adentro también pasaba, pero Mar Adentro es cine español, no
americano. No está supeditado a una moral protestante restrictiva contra el
suicidio y la eutanasia. Además, Mar Adentro es biográfica, si al final de la
película Bardem recupera la movilidad de las piernas y se va a dar un paseo con
Belén Rueda, pues hubiera sido insultante para la memoria de la persona a
biografiar.
En cambio, ningún estudio norteamericano apoyaría una película donde una
adolescente con cáncer decide suicidarse.)
Ese punto de metáfora
permisiva con los tabús que pertenece al fantástico es el que da al género su
trascendencia. Stoker podía hablar dela liberación de la mujer y de su igualdad
de derechos porque estaba escribiendo una novela gótica; Shelley podía
cuestionarse el papel del ser humano en el plan divino e incluso atacar a Dios
por habernos hechos imperfectos porque estaba creando el género de la Ciencia
Ficción; Matheson pudo darnos su visión personalísima del occidentalo-centrismo
americano y criticarlo de la manera más sangrante posible porque estaba
escribiendo sobre vampiros.
Y Huxley, Wells y
Bradboury, bueno, no tengo que decir más.
Conclusión
Que no te confunda el
Suarse, que no te confundan los zombies. Esta no es una película de zombies, es
una película del amor padre-hija en las peores circunstancias posibles, de la
nostalgia que produce un pasado idílico y de cómo rompe una familia una
enfermedad grave.
Solo que salen
zombies, y eso la hace más genial aún.
Muchos saludos. Y que
os dejen dormir.
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