lunes, 20 de abril de 2015

La Princesa Hamburguesa (3)



Terminó los estudios de la Escuela de Princesas con aprobados bastante justos. Sus padres vieron esto con cierta preocupación, en especial su madre que había obtenido unas notas excelentes en casi todo.

                Para la Princesa Hamburguesa, el bordado era aburrido. El esperar en torres más aburrido aún, porque no le dejaban llevarse un libro o una baraja de cartas, no. Como mucho podía dormir, pero sin roncar y sosteniendo con las manos una flor de cristal (no tengo que decir que esto último se dio por perdido tras la quinta flor rota en el suelo y una llamada a los servicios de Curanderos de Urgencia).

Por no hablar de “técnicas de peinado orientadas a la escalada” (difícil si acabas de pasar por una crisis de identidad y hace dos semanas te has cortado el pelo a lo garçon), “confraternización con los animalillos del bosque” (al parecer los jabalís de cien quilos no son considerados “animalillos” y huir gritando mientras llevas cien quilos de cochino armado con colmillos contra tus compañeras no es considerado “confraternizar”), o “secuestros con estilo, cómo no perder la compostura ante ogros y dragones” (por respeto a las familias de las víctimas, no detallaremos el suceso conocido como “Momento Barbacoa”).

Al final, con un poco de benevolencia y dadas las buenas notas en las asignaturas teóricas, obtuvo su Certificado de Princesa que le permitía ser secuestrada y/o encerrada en torres, ser rescatada por príncipes y le daba derecho a un Hada Madrina.



Fue entonces cuando llegó la primera gran crisis en la casa de la Princesa Hamburguesa. La Princesa Hamburguesa le dijo a sus padres que quería ir a la Universidad.

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