Mary, seguida por Sarah, se acercó a la entrada para poder ver más de cerca al Rey de la Sopa. Entregaba ya el sombrero, los guantes, el abrigo y el bastón al señor Herder. Se descubría entonces un cráneo desnudo, pelado por completo, surcado por pequeñas venas azules. Los ojos, saltones y un poco estrábicos, eran de un verde lechoso que tendía al amarillo dorado. La nariz, apéndice casi inexistente, era el origen de un ridículo bigotito retorcido sobre la ancha boca. Sin un cuello aparente, el cuerpo rechoncho de barriga amplia y miembros finos se embutía en pantalones a rayas, levita oscura y chaleco verde intenso. Las manos tenían dedos largos, terminados en yemas abultadas cual palillos de tambor.
Hace muchos años que el señor Bufforson me acompaña. Es uno de mis personajes favoritos, sonriente, cínico e incómodo. Capaz de transmitir su sonrisa de suficiencia en cada una de sus líneas de diálogo, mientras sus ojos saltones te miran desde lo alto.
El señor Bufforson nació en un proyecto muy mágico y muy bonito, la Sopa de Sapos, coordinada e ideada por Juan Ángel Laguna Edroso y que acabó siendo uno de los proyectos más curiosos del panorama literario español.
Si podéis conseguir la Sopa, no os vais a arrepentir. Pero si antes queréis probar una cucharada, podéis encontrar El Rey de la Sopa en "Sepia, de Escarlata Mancillado".
Sepia, de Escarlata Mancillado |
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