viernes, 13 de marzo de 2015

Catalán, Gallego, Euskera, Español, Castellano y etcétera



Es curioso ver cómo se habla de la situación políglota de nuestro país fuera de él, lejos de la politización que se ha hecho de este tema. Te encuentras con errores de concepto y desconocimientos bastante graves, y en buena medida nuestros “bien amados” políticos tienen la culpa de ello.
Por eso, intentando como siempre encontrar más preguntas que responderlas, le he tirado de cabeza hacia uno de los temas más falsamente polémicos de nuestro país. La multitud de lenguas.
Porque cualquier persona que empiece a estudiar idiomas entiende, a partir de cierto momento, que la lengua no es sólo un instrumento para la comunicación, sino que además tiene una influencia y es resultado de una cultura. Aprender una lengua es entender un poco mejor a otros distintos a nosotros, conocer nuevos puntos de vista y de algún modo volvernos más tolerantes y sabios.
Por ello, y como inicio de esta entrada, quiero dejar claro mi opinión. La multitud de lenguas en España es una de sus riquezas más importantes, desde el punto de vista que un país con cuatro lenguas oficiales, que son todas originarias del mismo y no provienen de colonizaciones extranjeras, con dos orígenes distintos (uno de ellos desconocido), debería ser un país rico en cultura, tolerancia y sabiduría.
Pero no lo es.
La culpa de ello la tienen el pasado, la politización, la demagogia y el radicalismo. Cuatro jinetes que han pisoteado con sus cascos un posible acervo cultural extraordinario y único, y que por el contrario han llevado a una situación de descontento, ira y malestar de las que, desde el punto de vista del que lo mira desde aquí en la diáspora, no tienen mucha solución.
Pero no porque algo no parezca tener solución significa que no la tenga. Porque yo no vaya a encontrar la solución no significa que no lo vaya a intentar. Porque de las cenizas avergonzadas de mi intento a lo mejor alguien saca la herramienta que necesita, purificada y refinada, para llegar a conseguirlo.
Empecemos bien con una definición que no todo el mundo tiene clara: no es lo mismo lengua, dialecto o acento.
Acento es una forma oral regional de un idioma, que no es más correcta o incorrecta que otra, simplemente es distinta y evidencia una evolución del mismo que es necesaria para su progresión. No existe un acento perfecto o correcto, existe un acento más cercano o más lejano a la transcripción fonética, y quien no quiera ver esto que se tape los ojos, porque es a través de los acentos que la lengua progresa y busca su camino hacia expresiones más efectivas y ricas.
Dialecto es una modificación de una lengua por condiciones locales que contiene suficientes diferencias con la lengua origen como para ser considerado una entidad diferente sin que cumpla las condiciones necesarias para ser considerado una lengua.
Lengua es aquella que tiene hablantes, literatura y gramática. Lengua oficial es aquella aceptada por las instituciones de un estado, y si bien en Luxemburgo la lengua original es el luxemburgués, las lenguas oficiales son también el francés y el alemán.
En España tenemos cuatro lenguas oficiales, el Catalán, el Gallego, el Euskera y la cuarta de la discordia, la segunda lengua de hablantes en el mundo tanto en la categoría de primera como de segunda lengua, aquella que unos llaman Español y otros Castellano y al parecer llamarlas de una forma u otra tiene cierto tinte político de cuyo nombre no quiero acordarme.
Escribo esta entrada ANTES de publicar la entrada sobre el cambio de nombre del blog, y un poco en previsión de lo que pueda ocurrir, dejo claro que el usar uno de los dos nombres para el idioma (español) estuvo motivada sobre todo por una cuestión estética: me permitía añadir más eñes y, por lo tanto, reforzar el mensaje.
Porque es cierto que tras un tiempo interesado en cuál de las dos formas de llamarlo debería usar, acabé con la conclusión que usar uno u otro es una tontería absoluta y politizar algo tan sencillo como el nombre del idioma era un síntoma de la estulticia política de nuestra España. Así que decidí voluntariamente olvidar qué grupo político apoya qué denominación y usar ambas indistintamente.
El punto es que se discute mucho sobre el idioma a usar en según qué regiones. Y hay un origen histórico en este asunto con cierto personaje que, entre tantas estupideces, decidió prohibir el uso de ciertas lenguas por vaya usted a saber qué razón de eso de las dos Españas que debería estar ya enterrado y no lo está.
Porque a alguien le conviene.
Yo no pertenezco a ninguna de las dos Españas, yo pertenezco a Europa. Pero no la Europa de la Merkel que intenta dominar el Mundo (como estoy en la frontera, desde aquí puedo escuchar cómo se martillea en la forja del Anillo de Poder que la canciller ha ordenado fabricar a sus esclavos gnomos con el oro del Rhin).
Pertenezco a una Europa que aún no existe, una Europa que no levanta fronteras entre sus países sino que se abre. Un Estado Federal lleno de Regiones que, orgullosas de su origen y pasado, miran a un futuro en el que entre todos construyamos una moneda fuerte, una economía resistente, una educación homogénea en lo alto y una justicia equitativa. Vamos, que vivo en una utopía absoluta.
Al menos me libro de vivir en la distopía en la que nos encontramos.
En ese Estado que no existe, cada Región puede construir su cultura a partir de la lengua que escoja, y permite a los ciudadanos escoger segundas y terceras lenguas dentro de una gama increíble.
Y es que pocos se plantean una cosa: fuera de debate de la obligación o no de estudiar una lengua oficial de un estado en ciertos territorios, nadie se cuestiona la ausencia de oportunidad de estudiar otras lenguas oficiales FUERA de esos territorios.
Como andaluz, nunca se me ofreció estudiar gallego, catalán o euskera, lo que quiere decir que es una discriminación con respecto a los ciudadanos de otras regiones de mi propio país.
Nunca he escuchado a nadie plantear esta cuestión desde este punto de vista, porque estamos tan politizados en el asunto nacionalismo vs no nacionalismo que ni nos imaginamos esa posibilidad. Acceder a otras culturas dentro de nuestro propio país, negadas porque alguien ha decidido usar esa cultura como arma arrojadiza o red caza-votos.
Ningún andaluz se plantea aprender gallego, por ejemplo. Y, mire usted por donde, si yo hubiera tenido como segunda lengua el gallego ahora podría aprender más fácilmente el portugués, lengua de nuestros vecinos y de uno de los países emergentes de Sudamérica. Si yo supiera catalán, mucho del esfuerzo que he dedicado a aprender francés y del que debería dedicar para aprender italiano se reducirían, porque en cierto sentido es una lengua que funciona bien como “puente” por mera proximidad cultural. El euskera, como lengua de origen desconocido, es una llave a un esquema de pensamiento al que yo no puedo acceder, englobado por la herencia del latín como estoy.
No Existe El Idioma Cuyo Aprendizaje Sea Inútil porque ya no hablamos en términos absolutos de número de hablantes y de utilitarismo capitalista, hablamos de ser un ser humano lo mejor posible y de alcanzar respuestas lo más universalizables posibles.
Porque, señora/es, estamos en la era de internet y todo lo que se escribe en un blog puede ser consultado en (casi) cualquier rincón del planeta. Intentar llegar a la mayor cantidad de gente posible con tu mensaje debe ser el objetivo.
Y si puedes acceder a la fuente de comprensión humana que es una nueva lengua, tienes llaves para todas las puertas que te encuentres.
Pero no, oiga, que esta lengua es de este rinconcito y además vamos a usarla como propaganda y si habla la lengua “x” hay que defenestrarlo (y la simple sustitución de esa “x” por una u otra lengua le dará al lector la orientación política del discurso).
Antes de acabar, un mero inciso como consejo sobre la educación y su ausencia. Hablar más de una lengua es maravilloso. Reivindicar tus lenguas natales, sean una, dos, tres o quince es precioso y estoy a favor de ello. Usar una lengua que una de las personas con la que estás no conoce, existiendo una lengua común que todos conocen, es una falta de educación. No es política, no es derecho, no tiene nada que ver con tus sentimientos (lógicos y admirables) de amor por lo tuyo. Es simplemente una falta de educación enorme, una falta de respeto que te degrada como ser humano.
Y es más frecuente de lo que parece. Me he tenido que encontrar con la situación de forzar a hablar inglés porque uno de los compañeros era japonés y no tenía ni idea de francés, que era la lengua natal para el resto.
Eso está muy feo, que te diría tu abuela.
Haciendo eso sólo conseguiremos mantener cerradas unas puertas que no debieron nunca existir, y que ya es hora de abrir, porque dentro huele a cerrado y si no se airea salen humedades.

miércoles, 11 de marzo de 2015

¿Por qué El Ministerio del Tiempo debe renovar? 6 razones

Twitter habla, y el Mundo escucha. Los medidores de audiencia son reliquias de otro tiempo, una forma imperfecta y anticuada para medir el éxito en televisión, en una época en la que el porcentaje mayor de público no ve la televisión sino que busca sus contenidos por internet, en sus portátiles, sus tablets o sus móbiles 4G.

El Ministerio del Tiempo, serie que dio a luz en un país con la mosca detrás de la oreja pensando ver una versión descafeinada de dr Who, en tres capítulos ha creado una legión de superfans diabólicos capaces de crear contenido basado-en a una velocidad sobrehumana.



Memes, fotomontajes, tweets y todo lo que usted quiera, oiga.
Se hacen llamar Ministéricos.

Y TVE se plantea si es rentable renovarla.

Entiendo que el país no pasa por su mejor momento económico, y la televisión pública no tiene el fondo publicitario para poder soportar grandes gastos, pero vamos a ser sinceros, en la época del merchandising y de la compra de series en Blu-Ray en edición coleccionista de lujo superguay, no va a ser la audiencia la que dé una noción de la rentabilidad. Es el fandom.

Pero si eso no le parece poco a TVE, les daré razones de tal peso que, si algún directivo acaba leyendo esto, renovará la serie por otras tres temporadas más y planteará crossovers con DrWho, Game of Thrones, Sherlock y El Tiempo Entre Costuras.

1. El Ministerio del Tiempo ENTRETIENE. Parece de perogrullo, pero es lo fundamental en una serie. Estamos hablando de productos de entretenimiento y si no alcanza ese objetivo básico, apaga y vámonos a ver videos de youtubers. Pero no, el Ministerio es una serie entretenida, que engancha. Y a base de bien.

2. El Ministerio del Tiempo ENSEÑA. Si hace un mes le pregunta usted a cualquier andoba por la calle quién es el Empecinado, seguramente le respondería que el Paco del tercero A, que está empecinado con que el Atleti gane la liga. Eso si sabe lo que significa la palabra empecinar. Pero ahora el Empecinado tiene cara, la Armada Invencible tiene cuerpo, nuestra historia se infiltra de forma subconsciente a través de las tramas de forma sutil. No nos meten la historia con calzador, sino que nos la enseñan en un formato divertido. Y empezamos a reconocer a nuestros personajes, lo que nos lleva a...

3. Lope de Vega es Trendic Toppic. Wtfismo a la enésima potencia, nuestros literatos abordando cuales piratas las redes sociales y tomándolas al asalto. Gracias al buen hacer del guión y del actor, descubrimos a nuestros famosos de otras épocas y empezamos a comprender por qué son famosos. "Por Dios, si parece una serie española de televisión", dice Velázquez.

4. El Ministerio del Tiempo es graciosa. No es tan fácil, el humor es una cuestión muy complicada y es demasiado fácil caer en el chiste tonto o en la gracieta sin gracia. Esta serie no lo hace, y por ello triunfa.

5. El Ministerio del Tiempo es EXPORTABLE. Y no digo ya el formato, que por supuesto que sí porque tras su simpleza se esonde una genialidad de idea (agentes del tiempo como funcionarios, funcionarios de todas las épocas, retrofuturismo y steam-punk y la Liga de los Españoles Extraordinarios), sino que tal y como está, doblada a otros idiomas, es una serie magnífica por lo exótico que es el contexto español fuera de las fronteras. Es nuestra historia, son nuestros personajes, y para los que no han crecido aburriéndose en historia con ellos, es de un exotismo y de una frescura inconmensurables. Y además eso es rentable económicamente.

6. Y la más importante. Yo, como tantos otros, he tenido que coger la maleta e irme fuera para buscar mi sitio. Estoy en un sitio lo más distinto a mi tierra que he podido encontrar en este continente. Me paso el día rodeado por un idioma y una cultura que no son las que me han criado.
Y que nadie se engañe, eso me encanta por lo enriquecedor que es. Pero la morriña está ahí.
Pues durante los minutos que dura la serie, durante los minutos que viajo en el tiempo con los funcionarios, me siento de nuevo en casa. Y no quiero perder ese cachito de hogar que tengo cada semana.

Por eso, soy Ministério. Por eso, TVE, renueva El Ministerio del Tiempo.

viernes, 6 de marzo de 2015

La Princesa Hamburguesa (1)





La Princesa Hamburguesa no era la muchacha más hermosa del Reino, ni falta que le hacía, pensaba ella. Tampoco era la mujer más inteligente. Puede que sí fuera la princesa más inteligente, o al menos la más sensata, pero ella se comparaba con Marie Curie y se daba cuenta de que le quedaba mucho camino para ser la mujer más inteligente.

                Era una muchacha normal que, por casualidades del Mundo de los Cuentos de Hadas (que tienen una serie de reglas propias particulares), resultaba ser princesa.



Princesa Hamburguesa no era su nombre, evidentemente. Era el apodo que le habían puesto las otras princesas en la Escuela de Princesas. No porque estuviera hecha de carne picada, porque estaba hecha de carne normal como todo el mundo; ni porque comiese muchas hamburguesas, que en realidad no le gustaban demasiado.

                La cuestión es que una de las otras princesas había descubierto que entre los orígenes de la Princesa Hamburguesa había una rama que provenía de Hamburgo, y de ahí a descubrir lo gracioso de la rima y las posibilidades del apodo no hubo mucho esfuerzo.



Era difícil para la Princesa Hamburguesa entender por qué las otras princesas encontraban tan divertido insultarla y llamarla así. Ella no era particularmente buena en los estudios, pero tampoco particularmente mala. No era más bonita que la Princesa Hermosa ni tenía más estilo que la Princesa Elegante, lo que le hacía pensar que no era una cuestión de envidia, como le decía su madre. No hablaba mal de sus compañeras a los profesores, ni pedía que adelantaran exámenes, ni decía que ella tenía los deberes hechos cuando las otras princesas aseguraban por las barbas de Merlín que la profesora no había mandado ningún ejercicio.

                No era tanto algo que ella hiciera, era algo que ella no hacía y que ponía de los nervios a las otras princesas, aunque no se dieran cuenta de ello. Y es que las princesas necesitan que les halaguen constantemente. En algunos reinos, la figura del Halagador de la Princesa tiene tanta importancia y privilegios como la del Mago Real y la del Probador de Venenos, que ya es decir. Y no es un trabajo fácil, porque las princesas son de natural caprichoso y lo que hoy puede ser el mejor halago de la historia mañana está tan pasado de moda que es un insulto.

                Y recordemos, un insulto a una princesa es un crimen de Estado y se condena con la muerte por decapitación.

                Como ya he dicho, las reglas del Mundo de los Cuentos de Hadas son muy particulares.



La Princesa Hamburguesa, por el contrario, tenía un defecto terrible: era incapaz de mentir. O al menos de mentir bien. Así que si la Princesa Hermosa llegaba con un nuevo peinado que era exactamente igual que el del día anterior pero unas mil monedas de oro más caras, la Princesa Hamburguesa no le decía que estaba más hermosa que nunca, cosa que sí le decían las otras princesas.

Por supuesto, la Princesa Hermosa necesitaba que le dijeran que estaba más hermosa que nunca con el nuevo peinado, porque le había costado mil monedas de oro más de lo habitual y su padre, el rey, había puesto mala cara por tener que desviar una parte de los fondos destinados a mejorar las carreteras hacia el peluquero real de esa semana. Tenía que estar segura de que había una justificación real para su insistencia y para el hecho de que la mitad de sus súbditos se siguieran partiendo la crisma de camino al mercado.

Pero cuando le preguntaba a la Princesa Hamburguesa si le gustaba su nuevo peinado, en lugar de decir “estás más hermosa que nunca”, le decía “te queda bien, es muy de tu estilo”. Que era lo más cercano a mentir que podía hacer.
Poco a poco las otras princesas excluían a la Princesa Hamburguesa, que cada vez se sentía más cómoda con su apodo, ya fuera porque era sonoro y rimaba, porque le recordaba parte de su origen y eso siempre hace sentir bien (aunque no estuviera muy segura de dónde poner “Hamburgo” en el mapa, la verdad) o por simple costumbre.